Aunque estas semanas no prestamos tanta atención —por motivos evidentes— a los posibles resultados de un referéndum, una mirada detallada a los últimos datos disponibles nos señala algunos aspectos interesantes. Uno de ellos es el que podríamos denominar el 'dilema del no'. Y es que la mitad de los que se oponen a la independencia por diferentes motivos estarían dispuestos a votar en un referéndum unilateral. Eso supone un dilema para los partidos políticos contrarios a la independencia: optar entre la movilización o el boicot.

Para caracterizar brevemente este dilema, podemos observar algunos de los datos de la última encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió. Hay un primer grupo de electores que podríamos caracterizar como autonomistas o regionalistas de «convicción». Representa aproximadamente un 20% del electorado y en términos generales prefiere que Catalunya sea una región o una comunidad autónoma como hasta ahora, y no considera oportuno ningún tipo de referéndum. De cara a su movilización sin embargo, el reto del "no" es otro. Los que consideran que Catalunya tiene un nivel de autonomía suficiente o excesivo muestran un interés por la política fuerza más bajo que la media de población, y eso está correlacionado al mismo tiempo con la propensión a votar.

Los que consideran que Catalunya tiene un nivel de autonomía suficiente o excesivo muestran un interés por la política más bajo que la media de población, y eso está correlacionado con la propensión a votar

Que los contrarios a la independencia fueran en general menos propensos a votar podría indicar que la opción del «boicot» tendría más sentido electoralmente. Pero la incertidumbre surge justamente en los ciudadanos que salen de los márgenes de este núcleo duro de contrarios a la independencia. Para simplificar, podríamos referirnos a ellos como «federalistas no independentistas» pero, aun así, las costuras de esta definición nos podrían llevar a una diagnosis poco esmerada. De hecho, entre los «federalistas» en su conjunto, aquellos que preferirían que Catalunya fuera un estado dentro de una España federal es donde, en caso de celebrarse un referéndum, se encontrarían las opciones de victoria o derrota del independentismo. Así, hasta un 74% de los «federalistas» de todo tipo consideran que el nivel de autonomía de Catalunya es insuficiente. Eso supone que hasta un 28% de los que se oponen genéricamente a la independencia preferirían un estado federal y hasta un 40% consideran que el nivel de autonomía actual es insuficiente. Bajo la percepción de esos ciudadanos, España no sería nada muy parecido a un estado federal.

La clave, sin embargo, es cómo este grupo relativamente heterogéneo ordena sus preferencias respecto de las dos alternativas existentes en un hipotético referéndum: el statu quo y la independencia. En términos genéricos, los «federalistas» están de acuerdo en un referéndum, pero divididos entre que sea sólo acordado (40%) o que acepten la unilateralidad (43%). Si el referéndum fuera unilateral, los «federalistas» en su conjunto están divididos en tres grandes grupos: votantes del sí (24%), del no (28%) y abstencionistas e indecisos (36%). ¿Cuál es la cuestión clave aquí? Que la mitad de aquellos electores contrarios al referéndum, sea acordado o unilateral, estarían a pesar de todo dispuestos a votar 'no'. Incluso aquellos que consideran que el referéndum tendría que ser acordado votarían en una proporción superior al 50%.

La mitad de los que se oponen a la independencia por diferentes motivos estarían dispuestos a votar en un referéndum unilateral. Eso supone un dilema para|por los partidos políticos contrarios a la independencia: optar entre la movilización o el boicot

Así, los partidarios políticos del "no" se enfrentan a un dilema. Llamar a la movilización podría hacer ganar el 'no' ciertamente, pero tiene dos implicaciones importantes.

La primera, asumir el riesgo de perder, porque la victoria del "no" está asegurada por lo que conocemos del comportamiento electoral en anteriores ocasiones, y particularmente el 27S.

En segundo lugar, llamar a la movilización legitima tanto la vía unilateral, aunque no sea la preferida, como el propio resultado que se derive de la votación. Aun más, supone también cuestionar uno de los consensos del nacionalismo español mayoritario: que no existen más sujetos políticos soberanos que la nación española.

Ahora bien, llamar al boicot no está exento de riesgos. A pesar de tener una posición distante respecto de la independencia o hacia la posibilidad de un referéndum, incluso teniendo en cuenta que una parte importante de este electorado prefiere el statu quo a la independencia por delante de una posible preferencia de mayor autogobierno, es un grupo demasiado heterogéneo como para que los partidos políticos puedan considerarlo un actor unitario. Definirlos como un actor unitario sería un error de cálculo arriesgado, pero todavía agravaría este error de juicio considerar que, a pesar de ser más o menos próximos, este segmento del electorado siga fielmente sus consignas y no considere oportuno utilizar su propio criterio y movilizarse en una votación.