Ahora hace diez años, las plazas de los Países Catalanes y del resto del Estado español se llenaron para proclamar bien alto que no les representaban. Eran tiempos de una dura crisis económica, y de un descontento creciente con un sistema que no daba respuesta a sus problemas, si no los empeoraba. Ya hace diez años de aquel 15 de mayo de 2011. ¿Qué queda hoy de todo aquello? ¿Qué traducción política ha tenido aquella indignación colectiva? Hablamos con sociólogos y politólogos. El síntoma hace tan sólo diez días: Pablo Iglesias, después de prometer "asaltar el cielo", abandonó la primera política y ha desaparecido del mapa. Ni siquiera queda su cola de caballo, que se ha cortado esta semana.

Las reivindicaciones eran muy diversas. En primer lugar, las políticas de vivienda, poner fin a los desahucios de familias vulnerables que no tenían una alternativa de vivienda. También la supresión de la reforma laboral (en aquel momento la de Zapatero, pero después la de Mariano Rajoy). O la supresión de unos privilegios de los que disfrutaban los políticos, mientras los casos de corrupción no paraban de estallar en los telediarios y las portadas de diarios. Y, sobre todo, poner fin a un sistema representativo bipartidista que se había alejado cada vez más de la ciudadanía.

Lo primero que hay que preguntarse: ¿qué ha cambiado en estos diez años en España? Carol Galais, investigadora en la UAB y coautora del libro colectivo Tras la indignación el 15-M: miradas desde el presente, subraya que consiguió crear un movimiento transversal reagrupando varias quejas, desde la corrupción hasta la gestión de la crisis. "Consiguió que calara un sentimiento de rechazo al establishment político entre amplias capas de la población, pero también que la gente se interesara más por la política", valora Galais. Una política más participativa, directa, horizontal, en la calle. Incluso consiguió que "se frenaran medidas que conducían a un deterioro de la cosa pública". Sin embargo, avisa de que esta de forma de hacer política podría "retroceder" ahora como consecuencia de la pandemia.

Josep Maria Antentas, profesor de sociología de la UAB, cree que ha cambiado, sobre todo, la estructura del sistema de partidos. Primero fue la entrada de Podemos a las instituciones y después se produjo un "efecto rebote", con la "falsa alternativa" de Ciudadanos y la emergencia de la extrema derecha de Vox. Apunta que es normal que pase en momentos de crisis como los de la última década. "Otra cosa, sin embargo, es que los partidos tradicionales siguen siendo los puntuales, aunque no puedan gobernar como antes", contrapone Antentas. Las políticas siguen siendo las mismas, también, y las formaciones que han emergido "se han tenido que adaptar a las reglas del juego".

El profesor Jaime Pastor, de la UNED, lo sintetiza: "Ha cambiado mucho, pero en el fondo no ha habido ningún cambio sustancial". O, dicho de otra forma, "se ha cambiado la agenda de temas, pero no el régimen". Ha habido cambios procedimentales también, como el fin del bipartidismo, cierta rendición de cuentas o la celebración de primarias. También se ha producido "cierta renovación de la clase política". Pero las formaciones que han intentado capitalizar esta indignación en las instituciones, con una "aspiración de ruptura del régimen y agenda de reconstrucción democrática", no han podido acabar con la "cultura política de la Transición". Se ha debilitado el sistema, pero "no lo suficiente como para acabar con los dos partidos hegemónicos del bipartidismo".

La principal traducción política fue justamente la irrupción de Podemos, una formación que dio la campanada a las elecciones del 2014 bajo el liderazgo del profesor universitario Pablo Iglesias y otros compañeros de la Universidad Complutense de Madrid. Era un discurso de ruptura y de impugnación del régimen, contra la "casta", desde el IBEX hasta la monarquía, pasando por gestos hacia el independentismo. "El cielo no se toma por consenso; el cielo se toma por asalto", advertía el joven líder político. "Tic, tac," le decía al presidente Mariano Rajoy. Ahora, sin embargo, parece haber tocado techo.

Galais señala que "Podemos ha tenido un éxito innegable en canalizar la indignación y la falta de identificación con los principales partidos españoles". No obstante, añade, "en algún momento dejaron la estrategia más populista, que consistía en atizar un sentimiento de los de abajo contra los de arriba, y volver a los ejes de conflicto más clásicos, que ya habían demostrado agotamiento para movilizar nuevos votantes". También constata "problemas innegables" como de liderazgo, de división interna, de funcionamiento y de incoherencias. "Sobre todo ha tenido que enfrentarse a los recursos de un sistema —incluyendo también los medios de comunicación— que era mucho más poderoso que ellos y que ha erosionado su imagen pública", concluye la investigadora de la UAB.

Jaime Pastor fue justamente uno de los intelectuales y académicos que impulsó la fundación de Podemos. Y explica que surgió con "una idea de acabar con la casta y hablante de procesos constituyentes". Pero su entrada en el Gobierno, lamenta, ha sido la "constatación de que no se podía romper con el régimen del 78 y que había que optar por una vía reformista". Sin embargo, añade, grandes medidas como el ingreso mínimo vital han acabado aguadas por el mismo funcionamiento del sistema. Podemos, concluye en este sentido, también muestra "signos de agotamiento como exponente institucional" del 15-M.

Con respecto al rol de Podemos, Josep Maria Antentas señala que "su fuerza ha sido su existencia", porque ha cuestionado el monopolio bipartidista. Ahora bien, el profesor de sociología también constata que "no ha tenido suficiente fuerza como para imponer un cambio de agenda". Se puede ver en el primer año de gobierno de coalición: "Las políticas han sido las del PSOE, y aquello a lo que se ha visto obligado el PSOE ha sido poco, se ha quedado en anuncios y poco se ha concretado". Todo esto, concluye, "ayuda a explicar la crisis lenta pero real" que sufre la formación fundada por Pablo Iglesias y otros profesores de la Complutense, de los que solo queda —o quedaba— Iglesias.

El papel del independentismo

Si primero se llenaron las plazas para el 15-M, después lo hicieron las calles de Catalunya en el marco del movimiento independentista. Como los indignados, también hacían una crítica dirigida a las raíces del Estado español y el sistema nacido de la Constitución del 78.

Antentas asegura que, durante los últimos diez años, ha habido "dos grandes ejes de crítica" al sistema: uno ha sido el 15-M/Podemos y el otro el independentismo catalán. Ahora bien, según el sociólogo ha habido un problema, y es que no ha habido ningún tipo de sinergia, que "se han visto como rivales" el uno al otro. "Sólo en los últimos años se han visto algunas alianzas, en el contexto de derrota y represión", añade en esta línea. Por eso cree que estas "críticas desconectadas y por caminos diferentes" han debilitado los dos movimientos en su impugnación del sistema.

Por su parte, Carol Galais defiende que el independentismo ha contribuido a "señalar las incoherencias democráticas del sistema político español", con unas demandas que traspasaban el territorio catalán. Pero se ha tenido que enfrentar a los mismos problemas que el movimiento del 15-M: "Es cierto que puso obstáculos y dificultades al llamado régimen del 78 entre 2014 y 2017 aproximadamente, pero pasado el 1-O podríamos decir que las instituciones del Estado han salido reforzadas de este episodio". Además, apunta, ha habido una falta de "lazos de solidaridad", tanto por el "énfasis en una identidad nacional" de unos como por una "clara catalanofobia" de otros.

¿Una involución?

Viendo los resultados más recientes, por ejemplo a la Comunidad de Madrid, ¿se podría decir que el sistema se encuentra en repliegue hacia el viejo bipartidismo? Al menos hay una cierta reorganización del espacio de la derecha. "A Vox todavía le queda margen para crecer, pero por las inercias del sistema electoral y de partidos y por la evolución de los valores y actitudes de la ciudadanía, creo que decaerán hasta volverse marginales en un par de legislaturas", sostiene la investigadora. "Fundamentalmente, sus demandas quedarán recogidas por el PP, como era el caso hasta no hace mucho, de manera más eficiente, más transversal y con más posibilidades de alcanzar el poder de manera cómoda y estética", añade Galais en esta misma línea.

Jaime Pastor asegura que "efectivamente" hay "signos de retroceso o de contrarreforma", como ha agravado la larga pandemia y han evidenciado las elecciones madrileñas. Sin embargo, de la misma manera, el profesor de ciencia política, añade que "estamos en un periodo de crisis profunda y cambios bruscos". Por lo tanto, habrá que estar atentos a si se consolida este retroceso o no. "Pero no tenemos que tirar la toalla. Habrá más revueltas. La clave estará en que sean capitalizados por los movimientos más críticos y no por la extrema derecha, como puede estar pasando ahora", concluye con este aviso a navegantes.