Un periodista —o un diario— que hace el trabajo que corresponde a los tribunales no es una proposición aceptable en una democracia que lo sea. Es, sin embargo, moneda corriente aquí. Es típico que, desde el momento que se investiga a alguien, se le detiene o se le acusa, los diarios lo expliquen como si ese alguien hubiera recibido sentencia condenatoria. El razonamiento perverso que lo justifica es que, si no hubiera hecho nada, no le pasaría nada. Es una manera de razonar casi idéntica a la de las dictaduras y sus guardianes: usted pórtese bien y ya verá que nadie le molesta, ni policías, ni fiscales, ni jueces.

La técnica más elemental para condenar a alguien en el diario antes de que se le dicte sentencia, y evitar que te acusen de hacerlo, consiste en no emplear los términos jurídicos que se ventilarán en el transcurso de la vista. Así, si llamas "brazo armado del 1-O" al major Josep Lluís Trapero, técnicamente nadie puede decir que le condenas antes de que le juzguen, porque "ser brazo armado" no es ningún delito tipificado. Quien te escucha o te lee, sin embargo —la mayoría no son juristas— pensará lo que te has propuesto que piense: que es un delincuente. Es lo que hace ABC en su portada de hoy.

La Razón, siempre más afinado, opta por hacer una presión diferente. Titula que el proceso contra Trapero, la intendent Teresa Laplana y la antigua cúpula de Interior de la Generalitat, "pone a prueba" la actitud de la nueva fiscal general del Estado, como queriendo decir que si los acusados son condenados, la fiscal es bien, peeeeero, si son absueltos, le dispararán un titular que la pinte al servicio del separatismo para favorecer la pervivencia del gobierno que la ha nombrado, que se sostiene gracias a los enemigos de España, etcétera.

De una cosa y otra —del periodismo neanderthal de ABC y del periodismo perverso de La Razón— no te faltará una buena dosis en las semanas que vienen. Sin esperar la sentencia. Podrías llegar a pensar que esos diarios intentan crear un estado de opinión anterior a la decisión de los tribunales para presionarlos. También —Dios no lo quiera— podrías sospechar que el entorno de la justicia u otros contrapoderes quieren preparar el ambiente de manera que sus decisiones encajen con los deseos de la opinión pública previamente calentada por los medios. Dirás que todo eso te suena mucho, que no es la primera vez que lo ves y que es muy reciente. No te equivocas en absoluto.

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