Es bonito ver cómo las portadas de La Vanguardia y El Periódico nos retrotraen hoy a los Buenos Viejos Tiempos del "Oasis Catalán" y su bipartidismo mediático con sendas entrevistas a los artífices de la coalición que gobierna Barcelona. Los titulares son plácidos y jubilosos, y podrían leerse acompañados de alguna polifonía angélica, algo como el Ave Verum de William Byrd, o el Libera nos, de Thomas Tallis, con sus sofisticados melismas. La sintonía es tal que lo que dicen Colau y Collboni es perfectamente intercambiable. Nadie advertiría el cambio. Co & Co, como los llamaba Ara el otro día. Haz la prueba.

Quizás vale la pena destacar el subtítulo donde Colau despacha con tanta alegría la cuestión de la inseguridad en la capital endosándola a un supuesto "efecto llamada", según el cual los delincuentes se avisarían unos a otros de que "en Barcelona se puede venir a robar sin problemas". Mira por dónde. Al margen de que la alcaldesa, seguramente sin querer, explica el problema con un concepto asociado a la inmigración — "efecto llamada"— típico de quienes utilizan a los inmigrantes para asustar la ciudadanía, parece que su responsabilidad no vaya más allá de sorprenderse por el fenómeno. Como aquel capitán Renault de la película Casablanca, pasmado al escuchar que en el bar de Rick-Bogart se hacen apuestas clandestinas, de las que él mismo se lleva un buen pellizco. I'm shocked! Shocked! de que en Barcelona se robe, parece decir la alcaldesa.

La prensa madrileña aporta hoy una pizca más de confusión al escenario político. El País explica que todos los sectores de PSOE se unen contra la posibilidad de gobernar en coalición con Podemos —que los de Pablo Iglesias tengan ministros y toda la pesca, vaya. En cambio, La Razón presenta a un PSOE dividido ante la perspectiva de una repetición electoral. Pueden ser posturas complementarias, ciertamente.

El Mundo añade al cóctel que Pedro Sánchez desconfía de Pablo Iglesias porque teme que, cuando se conozcan las sentencias del 1-O, los podemitas no inclinen su cabeza con ellos ante el castigo a los líderes y cuadros independentistas. Se busca un milagro: que el Gobierno no dependa de Podemos ni de los independentistas. Las sumas no cuadran, claro. La confusión es fenomenal. Según este último diario, los socialistas se afanan para que el PP se abstenga como hicieron ellos con el último gobierno de Rajoy —cosa que costó la cabeza al mismo Pedro Sánchez. Sería una opción, aunque ya se sabe cómo acabó a aquel ejecutivo: ejecutado por el mismo Sánchez.

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