El popular Pablo Casado no ha llevado palomitas al Congreso porque habría quedado fatal. Pero la sonrisa le ha costado mucho de disimularla. El espectáculo de garrotazos que han ofrecido este jueves Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha conseguido que la perplejidad desbordara el hemiciclo; ha hecho evidente el abismo que se ha abierto entre los dos líderes políticos y ha demostrado cómo será de difícil superar esta distancia sideral en el plazo que fija la ley antes de convocar nuevas elecciones, el 23 de septiembre.

Un irónico azar ha provocado que la segunda vuelta de la investidura de Pedro Sánchez quedara sentenciada por 155 votos en contra. El líder socialista no ha sumado ni un diputado a favor desde la primera vuelta celebrada el martes y únicamente ha conseguido los 124 votos de su grupo y el del parlamentario cántabro del PRC. Podemos ha evitado dinamitar todos los puentes y ha optado por la abstención, igual que ERC y Bildo.

Este ha sido el punto y final de un último tramo de negociaciones de infarto y de tensión extrema entre socialistas y la formación morada. Una negociación que se ha arrastrado hasta el último momento. Aunque desde la Moncloa se dieron por rotas las conversaciones anoche después de un día y medio lanzándose las propuestas por la cabeza, el grupo de Iglesias se ha resistido -públicamente- a tirar la toalla hasta el momento mismo de la votación.

Curiosamente, donde ha encontrado más eco la insistencia de Iglesias ha sido en los grupos de ERC y Bildu, que han convocado una rueda de prensa a media mañana para reclamar un último esfuerzo a los negociadores. "Cuatro horas, quedan cuatro horas", emplazaba a Gabriel Rufián después de advertir que en septiembre "complicará la vida a todos".

Tras esta apelación, los diputados morados todavía han presentado un nueva propuesta pasadas las 11 de la mañana reclamando una vicepresidencia y tres ministerios, entre los cuales el de Trabajo, en lugar de los cinco que pedían. El PSOE, reunido en Ferraz, ha tardado a penas unos minutos a rechazarla.

A la una y media, el candidato Pedro Sánchez ha subido a la tribuna sabiendo que su candidatura no prosperaría y ha dirigido el punto de mira de su discurso directamente a responsabilizar a Podemos en el descarrilamiento de las conversaciones. "Pronto advertí que el programa de gobierno era muy secundario para ustedes", ha reprochado Sánchez mientras el líder de Podemos le escuchaba con las manos cruzadas, sin tomar notas, y haciendo que no con la cabeza.

Cuando ha llegado su turno, Iglesias todavía se ha sacado un último conejo del sombrero y se ha mostrado dispuesto a renunciar al ministerio de Trabajo a cambio de las políticas de ocupación. Ha asegurado que una persona muy relevante del PSOE le había pedido que lo propusiera. "Todavía estamos a tiempo para salvar esta sesión de investidura y tener un gobierno de coalición", ha sentenciado después de plantear una propuesta que sabía imposible. Hoy en el Congreso nadie quería cargar con la responsabilidad del no acuerdo.

La propuesta ha quedado revoloteando por el hemiciclo hasta que ha caído fulminada tan pronto ha subido a la tribuna portavoz del PSOE, Adriana Lastra, para cerrar el debate. Lastra ha ventilado sin piedad los detalles de la negociación con Podemos, que ha descrito como "chantajes e imposiciones" además de ridiculizar la última propuesta de Iglesias recordando que las políticas de ocupación dependen de las comunidades autónomas. "Quiere conducir un coche sin saber dónde está el volante", ha ironizado.

El debate, sin embargo, también ha servido para comprobar la perplejidad del resto de grupos. Los dos líderes políticos han tenido que escuchar cómo el resto de portavoces que se subían al atril los reñían por la incapacidad de cerrar un acuerdo.

"Seguimos sin saber quién es realmente usted pero sea quien sea es mucho menos que hace cuatro días", le ha lanzado Casado a Sánchez. A pesar de todo, el líder popular no se ha privado de reconocer que los dos tienen "la obligación de ampliar el espacio central y hacerlo mayor" para garantizar que los dos grandes partidos españoles puedan reinar de nuevo.

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, uno de los políticos que ha salido más maltrecho de este debate a pesar de no tener ningún protagonismo, ha reprochado a los negociadores que "la banda no se ha puesto de acuerdo en cómo se reparte el botín, por un ministerio".

"De esta intransigencia nos arrepentiremos todos", ha denunciado el republicano Gabriel Rufián que ha regalado a los dos líderes políticos un ejemplar del libro de cuentos de Oriol Junqueras. Desde JxCat, Laura Borràs, ha centrado la responsabilidad en Sánchez y le ha acusado de ser "un político preso de su intransigencia"; mientras que Aitor Esteban del PNV le aconsejaba que "el cielo se conquista nube a nube".

La tensión en el hemiciclo ha llegado a un punto tal que las reflexiones del líder de Vox, Santiago Abascal, han conseguido provocar sonrisas. "No sonrían Ustedes que somos muy eficaces en esto, como saben sus compañeros que están en la prisión," ha amenazado.