La Constitución española cumple hoy 40 años –fecha significativa, por contraste a los 40 años anteriores a 1978– y las portadas de casi todos los diarios de Madrid y Barcelona son la prueba que alguna cosa no funciona. Sólo dos diarios, El País y ABC, lo celebran en portada. El resto no dicen ni mu, salvo Ara, del que no se puede decir precisamente que lo conmemore. Para el resto de cabeceras es un día más en la oficina. Quizás no tienen nada que celebrar, cuando menos en portada. Que alguna cosa no va es fácil de ver: sólo hay que comparar las primeras páginas del género aleluya de El País y de ABC y los titulares del resto de los diarios. Dos realidades paralelas.

EP

ABC

ME

LR

LV

EPC

AHORA

El editorial del diario emblema de la transición española se esfuerza. Al lado de los titulares de los competidores, sin embargo, su voz hace ruido de lata oxidada. La oda editorial celebra "la Constitución, esta Constitución" –precisa– como fruto del consenso que hizo posible superar la dictadura y la España negra, construir una sociedad de "ciudadanos libres e iguales", etcétera. "La Constitución, esta Constitución," concluye, responde a la demanda de "paz, piedad y perdón" de Manuel Azaña –la formuló, por cierto, desde el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938. Qué ironía cruel, tener que recurrir al pasado más sangrante de España para conmemorar "la Constitución, esta Constitución." ¿Cómo es que "la Constitución, esta Constitución," no se celebra exponiendo los méritos con que nos ha agraciado estos 40 años, sino convocando otra vez el miedo y el fracaso que anidan tras de aquellas palabras del desdichado Azaña? Muy significativo.

La realidad es que el 40 aniversario de "la Constitución, esta Constitución," va del brazo de los presos políticos –la mitad en huelga de hambre– y exiliados, mientras partidos que se llaman constitucionalistas de linaje estudian cómo pactar el gobierno de una comunidad autónoma con otro partido que representa justamente todo aquello que "la Constitución, esta Constitución" tenía que superar; con otro partido que se vanagloria de no encajar en "la Constitución, esta Constitución." Con esos pactos reconstruyen una versión siglo XXI de los bloques que quería superar "la Constitución, esta Constitución," empujados por la mayoría del sistema mediático y enmedio del silencio sepulcral de la intelligentsia que hoy, con tanto orgullo, blande "la Constitución, esta Constitución". Bien se ve que el precio de "la Constitución, esta Constitución," no es más que el gobierno de una comunidad autónoma.

Para este viaje no hacían falta alforjas.