Ada Colau no vive sus mejores días al frente del Ayuntamiento de Barcelona. Después de la ruptura del pacto de gobierno con el PSC, y viéndose obligada a llevar al pleno una moción de confianza para poder aprobar los presupuestos, la alcaldesa tiene que gobernar una Barcelona con muchos frentes abiertos y sin ningún aliado. Como mínimo, ninguno fijo, y la situación no parece que vaya a mejorar en el poco más de un año que le queda de mandato.

Este viernes se pudo ver una Colau más sola y triste. Fue durante el pleno que debatió la moción de confianza presentada por ella misma ante el pleno municipal con el fin de poder sacar adelante los presupuestos, al no tener los apoyos necesarios para aprobarlos. Durante la sesión, la alcaldesa tuvo que oír como la oposición cargaba contra su proyecto de ciudad, le reprochaba no ser capaz de tejer acuerdos y le pedían su cabeza. Resultado: treinta votos en contra y sólo once a favor de la moción.

A pesar del revés, esperable de todos modos, los presupuestos podrán salir adelante ya que ahora se abre un periodo de treinta días en el que, si no se presenta ningún gobierno alternativo -y todo apunta que así será por la imposible correlación de fuerzas alternativa que hay en el pleno municipal-, Ada Colau seguirá siendo la alcaldesa y el presupuesto quedará automáticamente aprobado.

Es la segunda vez que Colau usa este mecanismo legal para evitar el bloqueo y poder aprobar las cuentas municipales, que ya utilizó el año pasado, pero también será la última. El procedimiento no se puede poner en marcha durante el último año de mandato, y las elecciones municipales serán el mes de mayo del 2019.

Pero más allá de este punto técnico, el hecho de que Colau haya tenido que usar este mecanismo es una muestra más de la inestabilidad de su gobierno, muy tocado por la ruptura del pacto con el PSC. Aunque los comunes intentaron tejer alianzas con el grupo demócrata y ERC de cara a los presupuestos, y consiguió su abstención, no logró acercarse a la CUP ni a los socialistas, ahora rivales después de la ruptura del acuerdo.

El PSC, de aliado a rival

Los socialistas habían formado parte del proyecto de presupuestos e incluso dieron el visto bueno a la comisión de gobierno, pero finalmente se opusieron a aprobar los presupuestos. El líder municipal del PSC, Jaume Collboni, justificó su voto en contra asegurando que no avalaban "un pacto de Trias y Colau", en referencia a la abstención de los demócratas, y criticó que los "pactos nacionales" entre sus partidos "habían subeditado la ciudad". Ahora bien, Collboni no puede esconder un cierto recelo por el hecho de que Colau rompiera el pacto de gobierno, por mandato de sus bases, después de que los socialistas votaran a favor de la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

La ruptura del pacto ha llevado a Colau a tener que buscar apoyos con los independentistas y, de hecho, lo ha conseguido en materia presupuestaría. Enviar al PSC a la oposición de nuevo, ha acercado la alcaldesa a PDeCAT y, sobre todo, a Esquerra, que han intentado tejer complicidades con los comunes, pensando a nivel nacional. Los indepedentistes quieren encontrar en los de Colau más apoyos para luchar contra la represión estatal y ampliar la base del independentismo.

Por este motivo, justamente, los dos partidos aceptaron abstenerse en la votación de los presupuestos sin muchas concesiones. Sus apoyos, sin embargo, no fueron suficientes y ahora, en la moción de confianza, estos partidos la han vuelto a dejar sola. Tal como ha explicado el líder de los demócratas, Xavier Trias, una cosa es abstenerse en la votación de los presupuestos y la otra dar apoyo a toda la obra de gobierno. Un proyecto que, de hecho, está a las antípodas del de su formación.

ada colau vota efe

El procés, el talón de Aquiles de Colau

La equidistancia con la que los comunes se han referido habitualmente al procés, ha perjudicado Colau a nivel municipal. Especialmente en los últimos meses, muchos convulsos en la política catalana, con la represión del 1 de octubre, la aplicación del 155 y los encarcelamientos. Los comunes han querido marcar distancia con los socialistas, ya que se sentían incómodos con la suspensión del autogobierno, pero también con los independentistas, con quienes no compartían la actuación unilateral. Este distanciamiento ha dejado Colau más aislada que nunca. Demasiado crítica con la actuación del Estado para los socialistas, y demasiado poco para los independentistas.

Esta situación de debilidad llega, además, en un mal momento para los comunes. Los resultados conseguidos por los suyos en las elecciones en el Parlament del pasado 21-D han dejado tocada la formación, que se presentaba como la 'clave' para superar la política de bloques, pero que finalmente se ha quedado sin ser decisiva debido a la nueva mayoría independentista. Además, la formación Catalunya Comú Podem sólo consiguió ocho diputados, tres menos que los que tenía Lluís Rabell con Catalunya Sí Que Es Pot, en la anterior legislatura. Como tampoco ayuda a la situación a nivel estatal, con el retroceso de Podemos y el alza de Ciutadans.

Muchos retos y poca legislatura

Era el proyecto estrella del programa de los comunes: conectar las dos redes de tranvía -el Trambaix y el Trambesòs- a través de la Diagonal "con una urbanización completa de la calle que permita ganar un nuevo espacio de paseo por la ciudad". Cuando llegó al Ayuntamiento, en su plan de choque, se comprometió a licitar, durante los primeros 100 días de gobierno, la redacción del proyecto ejecutivo. Lo hizo el día 97. La alcaldesa llegó a decir que las obras empezarían antes de acabar en el 2017. A 3 de febrero del 2018 todavía no está ni el proyecto ejecutivo terminado. De hecho, la partida destinada a este estudio ha caído a cambio de la abstención del PDeCAT al presupuesto municipal. Tampoco tiene los apoyos para ejecutar las obras.

En su programa, Barcelona en Comú también se proponía "evitar los desahucios por motivos económicos" y, en caso de no poder pararlos, "garantizar un realojamiento adecuado" a través del parque de vivienda social. Sin embargo, a poco más de un año de acabar la legislatura, a pesar de algunos avances, los desahucios siguen siendo un problema en Barcelona. Según el último informe de la PAH, la entidad de donde emergió la misma alcaldesa, hay una media de 10 desahucios diarios en la ciudad, de los cuales el 85% son para alquiler y el 13% por hipoteca. Por otra parte, el parque público de alquiler representa en torno al 1% de la ciudad, lejos de la media europea del 15-18%. En los presupuestos actuales ha previsto un impulso de la inversión, con nueve millones más -un total de 49,2% para el Patronatge Municipal de l'Habitatge.

Mani contra turismo Ferran Vila

Según varios actores del sector, que se sienten criminalizados, Colau no ha sabido hacer frente al turismo, uno de los principales activos de la ciudad. Su mandato empezó con la moratoria hotelera y ha continuado con ataques contra intereses turísticos y la cruzada contra los apartamentos turísticos. La CNN, en su portal de viajes, situaba Barcelona entre las "doce destinos que los viajeros quizás quieren evitar en el 2018". Entre otras cosas, recogía las protestas del pasado verano o que Colau quiere impulsar una "ley para limitar el número de camas turísticas para abordar el problema". Ahora, sin embargo, la caída del turismo -también por otros motivos ajenos al consistorio- preocupa las autoridades municipales.

Pero la alcaldesa tiene muchas otras promesas que aparecían a su programa electoral, como la reforma de la ordenanza de terrazas de bares y restaurantes, la remunicipalización del agua, la construcción de viviendas en la antigua prisión Modelo o las obras de Sagrera y Glòries (las primeras han sido paradas durante mes de tres años y las segundas se reanudarán en marzo). También conseguir que el Mobile World Congress no se marche de la ciudad. El conseller delegado de la entidad organizadora, John Hoffman, ha sudado de lo lindo para defender la continuidad ante las grandes compañías del sector. Muchos frentes abiertos y poca legislatura.

ERC le pisa los talones

Según el último barómetro semestral del 4 de enero, diseñado por el mismo Ayuntamiento de Barcelona, Esquerra Republicana arrancaría a Barcelona en Comú la posición de primera fuerza, con un 16,5% de intención de voto. La formación de Ada Colau sería segunda, con el 16,3%, seguimiento del PSC (9,3%), Ciudadanos (6,4%), el PDeCAT (5,8%), la CUP (3,6%) y, finalmente, el PP (1%).

De confirmarse esta tendencia al alza de los republicanos y a la baja de los comunes, dejaría un panorama bastante diferente de los resultando de las elecciones del 2015, cuando BComú se impuso con el 25,21% de los votos, seguimiento de CiU (22,72%), Ciudadanos (11%), ERC (11%), el PP (8,7%) y la CUP (7,4%).

Una victoria republicana, aunque lejos de la mayoría y por pocas décimas, permitiría a los republicanos llevar la iniciativa de un futuro gobierno municipal y hacerse con la alcaldía aunque fuera en un gobierno de coalición. Los resultados de Catalunya en Común el 21-D, con la bandera de la Barcelona de Colau, no son un buen presagio. Fue la quinta fuerza en la capital del país.