Cuando un partido de raíces socialdemócratas como el PSOE es cuestionado sobre si se abstendría para que gobierne la derecha del país, es decir, el Partido Popular (PP), alguna sospecha existe de que el escenario se produzca. Desde el día en que se convocaron elecciones para el 26-J, corre entre los círculos políticos y periodísticos de Madrid un sentimiento de seguridad cuanto a que la elección del secretario general socialista, Pedro Sánchez, será la de facilitar la gobernabilidad al presidente en funciones, Mariano Rajoy. Es decir, por activa o pasiva, una gran coalición.

El escenario para esta hipótesis se hallaría en los resultados del 26-J. Si los populares consiguen ganar los comicios alcanzando al menos 130 escaños y Unidos Podemos lograse el sorpasso, el PSOE se alzaría con la llave de la gobernabilidad, como le anunciaba el CIS. Si Rajoy aceptara el encargo del Rey para formar gobierno, el líder de Podemos, Pablo Iglesias sería el segundo en la lista. Ante ese escenario Sánchez debería mojarse, aunque no lo quisera.

Caerían como una losa sobre sus acciones las palabras en el Cercle de Economia, donde Sánchez mismo aseguró que no habría unas terceras elecciones en el Estado. Tras la repetición electoral, el relato de apelar a las "fuerzas del cambio", Ciudadanos y Podemos no funcionaría, una vez falsada la hipótesis en la anterior contienda. La situación tampoco le situaría como eje articulador de los pactos, porque no sería en ningún caso el candidato del Rey, si dinamita los puentes con Podemos, rechazando a Iglesias como presidente.  

La disputa aparecería entonces ante la posibilidad de que Unidos Podemos lograse el sorpasso en votos y no en escaños. Iglesias aseguró hace unos días que el principio democrático consistía en que él liderase el gobierno de coalición progresista, en caso de ser el más votado. Es decir, con el socio socialista como vicepresidente. Este sería un cargo que difícilmente podrían aceptar en Ferraz.

¿Se abstendría Sánchez para dejar que su enemigo histórico se quedara en el ejecutivo, o se entraría en el gobierno de Podemos, el partido que le disputa el espacio ideológico? Forzado por los periodistas en un coloquio organizado por El Mundo, Sánchez aseguró que no se planteaba la primera opción. Pero que él no se lo plantee no quiere decir que no lo haga el partido, si el 26-J lo empuja a la renuncia de su puesto.

Una gestora toma el control

Los socialistas aplazaron la celebración del Congreso Federal donde tendrán que escoger nuevo secretario general a después de los comicios, para evitar frentes abiertos con la repetición electoral, que les pudieran perjudicar. La vía a que se podrían remitir, mientras se produce la conformación de pactos y los socialistas descartan la opción de Podemos, "quien quiere romper la unidad de España", sería montar una gestora que tome la decisión. Entonces se alegaría que no se ha dado apoyo, sino que se ha dejado gobernar al PP mientras articulan el relevo en el seno del PSOE.

El nuevo candidato recibiría el relevo en plena forma, pues no habría tenido que asumir el coste personalista de ceder ante Rajoy. La culpa podría recaer en Sánchez o en este ente gestor sin rostro visible para los ciudadanos. Para que el PP revalide en minoría, la única opción posible sería que C's se abstuviera, o votara a favor de una investidura del líder popular, a cambio de algún ministerio. La coartada que podrían utilizar los tres es la de arrinconar a Podemos, el partido que consideran rupturista con la Constitución y el "caos".

El contexto europeo

España no está sola y el contexto internacional es apremiante para que tenga gobierno. La Unión Europea ha paralizado la prórroga por el incumplimiento de los objetivos de déficit, ayuda que llegó a propuesta de la Comisión Europea. El gobierno en funciones espera que se reanude, pero hay dentro del Consejo de la Unión Europea un grupo de países críticos, que todavía podrían serlo más, si la incertidumbre política se prolonga y el Banco de España sigue avisando de los agravios económicos. 

Así las cosas, los socialistas podrían apelar a su batalla interna y al contexto internacional, para permitir aquello que muchos dirigentes territoriales del PSOE no quieren: un pacto con Podemos. Ya sea por el referéndum, que ya no es una línea roja según Iglesias, o sea porque la formación morada es su doble en el espacio ideológico, o sea porque Podemos acabaría con chollos como la lista de excargos socialistas en consejos de administración que enseñó el podemita durante el debate, pero no lo quieren.