Mariano Rajoy tiene fama de dejar caer a sus víctimas, sin propinarles un escarnio público, tal que no quede ni rastro de su acción, u omisión, en el gesto. Esta inercia parecía que se fuera a aplicar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, en medio del ultimátum de Ciudadanos para que dimita, a causa de la creciente telaraña del 'mastergate'. Pero la lideresa está dispuesta a resistir hasta el final, y fuentes de su entorno ya aseguran que sólo se marchará si el líder del Partido Popular se lo pide, aunque la solución no se prevé inminente.

El hecho es que el PP está a la espera del retorno de Rajoy, que se encuentra en Argentina de viaje oficial. La circunstancia dificulta su mediación en la negociación entre coordinador general Fernando Martínez Maíllo con el vicesecretario de Cs, José Manuel Villegas, ahora que Génova quiere aceptar la comisión de investigación. La formación naranja, si bien, no va a dar marcha atrás, como se ratificaba Villegas el miércoles, y dará apoyo a la moción de censura de PSOE y Podemos, si los populares no fuerzan la salida de Cifuentes y nombran a otro candidato antes de final de mes.

La cuestión es que en el PP no creen que el presidente se arriesgue a evidenciar una cesión ante Albert Rivera. "Rajoy nunca se ha dejado presionar por aquello que digan los medios de comunicación o los miembros del partido" avisaban fuentes veteranas y próximas al líder. El caso, de hecho, recuerda a Murcia, dónde según Villegas "se tomó tarde una decisión que desde el minuto uno era evidente" exponía. Entonces, los populares tardaron en forzar la salida de Pedro Antonio Sánchez casi 50 días, debido a su imputación en la trama Púnica, como exigía Cs.

Así las cosas, desde la dirección del PP muestran síntomas de querer estirar los tiempos. La moción de censura de los socialistas tiene de plazos entre el 13 de abril y el 7 de mayo, fecha máxima para la celebración. Por tanto, es previsible que el pulso entre las dos formaciones de la derecha continúe unos días. Pasa porque Cs se aventuró al ultimátum de echar a Cifuentes, algo que desde el PP creían posible parar, al creerlo "precipitado". Asimismo, en Génova confían en que los naranjas evitarán a asumir un posible perjuicio de ir de la mano de los "radicales" de Podemos.

El hecho es que a estas alturas, fuentes del PP no aclaran cuál sería el camino menos perjudicial a ellos: si hacer caer a la lideresa, o dejar que sea derribada. Ante ese escenario, no quieren que el sacrificio de Cifuentes sea un trofeo a exhibir por Cs, que ya parece incluso dispuesto a aparecer de la mano de la formación morada en la moción. A su vez, la presidenta de Madrid se resiste a dejar el cargo porque no tiene la sensación de haber hecho nada mal. De ese modo, se emplaza a Rajoy para dirimir un futuro que se agrava, a medida que crece el escándalo del mastergate.