GRA159. MADRID, 27/11/2015.- Los candidatos a la presidencia del Gobierno de Ciudadanos, Albert Rivera (i), y de Podemos, Pablo Iglesias (d), durante el debate electoral que ha organizado hoy la Universidad Carlos III de Madrid. EFE/Emilio Naranjo

Hoy, cuando arranca una campaña histórica para las elecciones generales españolas, uno de cada cuatro ciudadanos considera que los políticos y la corrupción están entre sus principales problemas. Si bien, el fenómeno no es nuevo. Fue uno de los motivos de aparición de la “Nueva Política”, cuando con el estallido de la crisis en 2008 algunos ciudadanos se alzaron al grito que los políticos "nos roban" y “no nos representan”. Todos ellos, sentimientos de desinterés y desconfianza hacia las instituciones que eran estructurales en España, pero que entonces se hicieron explícitos.

Así, fue con el auge de los dos nuevos partidos –Ciudadanos y Podemos– cuando la “desafección” cristalizó como alternativa real al tradicional bipartidismo de eje izquierda – derecha, con que se habían vuelto el poder durante años el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista (PSOE). Precisamente, una voluntad de cambio y regeneración democrática, que parece hoy más real que nunca, a la luz de las encuestas.

Las encuestas y el cambio de ciclo

Lo ilustra el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado ayer, cuando afirma que el PP sacaría entre 120 y 128 diputados, a la vez que PSOE sería la segunda fuerza, con una pinza de los 77 a los 89. Es decir, los resultados más bajos nunca antes alcanzados con la suma de estos dos partidos. A su vez, Ciutadadanos y Podemos entrarían al Congreso, ocupando respectivamente, un tercero y cuarto lugar, con 63-66 asientos el primero, y 45-49, el segundo.

Hasta el momento, estos resultados proyectan un escenario donde C's podría ser clave para investir en el PP, de no pactar con el PSOE –la única otra alternativa factible para los populares­. La otra opción, poco probable, sería un frente PSOE/C's/Podemos. Si bien, la carrera todavía podría sorprender en el terreno de los indecisos, que el CIS sitúa en torno a un 41%, que aún no ha decidido su voto.

Cifras aparte, es posible inaugurar ya el “cambio de ciclo”, marcado por una nueva cultura de la coalición, donde los pactos y el entendimiento determinarán los años que venden. Asimismo, será la XI legislatura que se empieza el 20 de diciembre el momento y la prueba de fuego para la Nueva Política, con el fin de ejercer una oposición real a la Vieja y predicar con los postulados que propugnan –sin olvidar que le deben su éxito– si quieren sobrevivir.

La televisión y la dialéctica

De cumplirse las previsiones del CIS, la “política” de Ciutadans y Podemos, tendrá que demostrar que no sólo es “forma”, sino que también posee esencia. De lo contrario, las revoluciones de Pablo Iglesias y Albert Rivera sólo se habrán paseado por el terreno de la estética. Allí donde la “Vieja Política” solamente había conocido 3 años debates televisivos– en 11 legislaturas democráticas– hasta 3 serán sólo los que se celebrarán para estos comicios. Allí donde los líderes comparecían plasma –como Rajoy este año, y ya en el 2013– los actuales lo hacen a programas como el Hormiguero –Albert Rivera–, Ana Rosa Quintana –Pablo Iglesias– o incluso el Salvados entre los cabezas de lista de C's y Podemos.

Pero “dominar el medio dominante” –la televisión, como hizo Iglesias con su popular programa, de nombre La Tuerka– no es hoy el único éxito de la –más correctamente llamada–­ “Nueva Comunicación Política”. A 15 días de las elecciones, las jóvenes formaciones basadas en un discurso de alteridad ya han vencido, a través de llevar a su terreno a los “otros”, aquellos que critican. La victoria hoy ya pasa por haber empujado al guapo de Pedro Sánchez al programa de Bertín Osborne, o a la implacable Soraya Sáenz de Santamaría, al de Jesús Calleja. Porque es en última instancia su dominio mediático –antes que político– lo que ha forjado el camino hacia las urnas de Coleta Moradanaranjitos.

Precisamente, una hegemonía cultural, que en palabras del filósofo italiano Antonio Gramsci, se presenta como el poder de un actor político, capaz de generar entorno de sí un consenso, con una estructura de relaciones que incluye otros grupos y actores que se subordinan. Es decir, el dominio en el terreno de las ideas antes que en los comicios. La misma fuerza que han conseguido estos nuevos partidos con el poder de la dialéctica y los nuevos lenguajes, que hoy más que nunca pasan por combatir “a la casta” y garantizar la “regeneración democrática”. Precisamente, lo primero que le viene a la cabeza al ciudadano cuando los identifica. Seguramente, el marco mental de los indecisos delante de las papeletas el 20 de diciembre.

GRA174. MADRID, 27/11/2015.- Los candidatos a la presidencia del Gobierno de Ciudadanos, Albert Rivera (i), y de Podemos, Pablo Iglesias (d), durante el debate electoral que ha organizado hoy la Universidad Carlos III de Madrid. EFE/Emilio Naranjo

 Internet y las redes 3.0.

Sin embargo, no sería preciso atribuir todo el mérito a la televisión y la dialéctica por haber marcado un cambio de ciclo. La revolución tecnológica de Internet y las redes sociales ha impuesto el cambio en las formas de interacción con la ciudadanía.

Allí donde la Vieja Comunicación esperaba a la campaña para repartir sus panfletos, la Nueva utiliza de forma permanente WhatsApp, Facebook y Twitter. Allí donde el paradigma comunicativo era unidireccional, y solamente basado en la prensa, la pancarta, o el mitin, las nuevas formas facilitan la interacción y la bidireccionalidad entre los propios ciudadanos, y también con los políticos. Allí donde los partidos y spindoctors eran Los Guardianes del Mensaje, y las bases colgaban carteles en las calles, ahora se trabajan los hashtags y los tuits de impacto para que sean difundidos por sus ciberactivistas.

Nuevos líderes y estructuras partidistas

Candidatos y partidos también han evolucionado, como principales representantes del sistema político. Los nuevos cabeza de lista se presentan con una normalidad de fácil identificación para el ciudadano medio, vistiendo informales y hablando como vecinos, familiares o amigos. “Mi abuela entiende a Pablo Iglesias” confiesan algunos ciudadanos en ciertas encuestas internas. “Es sentido común el que dice Rivera” dicen otros en los bares, mientras toman cerveza. El votante se pierde en su carisma, antes que en las siglas de las formaciones políticas, llevando, incluso, a cuestionar la solvencia de estas estructuras, en caso de desaparecer el líder.

Esto, en un nuevo paradigma de partido político, que en palabras de Rivera “no tiene ni un duro, ni estructuras arraigadas en el territorio, ni sedes políticas”. Tampoco militancia millonaria, a pesar de que sí ciudadanos, voluntarios y activistas. Pero las formas agradables tendrán que ir seguidas de reformas profundas, si el objetivo de los nuevos no es tanto electoral y oportunista, como de acabar con la corrupción y la crisis de desafección política.

Programas y esencia

A partir del 20D no será tan efectivo el marketing político, como la aplicación –o su intento– de los objetivos anticorrupción y regeneración política, para combatir los “vicios” que empañan la imagen y funcionamiento del sistema. Incluso aquí, también han conseguido Ciudadanos y Podemos imponer sus ideas, entre las propuestas de PSOE y PP.

Las menciones al Senado –incluso su supresión según Ciudadanos– están en todos los programas, por no haber conseguido ser una verdadera cámara de representación territorial. La despolitización de la justicia ha irrumpido también en el Podemos de la misma manera, después de que el Tribunal Constitucional sea visto entre la ciudadanía con cierta afinidad ideológica y política. Finalmente, el control y de la corrupción ya es un apartado de obligada presencia también para PSOE y PP, limitando cargos e indultos, y controlando de forma más efectiva el dinero público.

Todos ellos, una serie de cambios que permitirán superar las nuevas formas de interacción de los políticos con la ciudadanía –la Nueva Comunicación Política– para dar paso a la verdadera Nueva Política. Esta, una oportunidad de quedarse y ser bienvenida, o de despedirse, para los que a partir del 20 de diciembre no cumplan sus consignas.