Artur Mas diseñó en 2011 un recorte histórico del 10% en el gasto del Govern en los presupuestos. Fue el primer recorte de la historia del Govern de la Generalitat, y también la primera de una comunidad autónoma española. Mas justificó esa reducción de gasto por responsabilidad ante la crisis, creyendo que el resto de comunidades autónomas seguiría su ejemplo rápidamente ante la obviedad: la recaudación de impuestos en España se había hundido y el Estado se enfrentaba a una crisis sistémica.

El presidente Mas se equivocó. Ninguna otra comunidad le siguió, confiando que el Estado acabaría comiéndose toda la deuda acumulada, como efectivamente pasó, previo asesinato de las cajas de ahorro del país. Como consecuencia, la memoria política de este país ha caricaturizado a Mas y a su gobierno como un hatajo de antisociales y el estigma de derecha neoliberal ha acabado arrastrando lo que queda de Convergència y sus herederos.

El estigma es tan fuerte, que el vicepresidente Aragonès ha prometido que esta crisis no habrá recortes

Esquerra y la CUP, compañeros de viaje independentistas, han contribuido con gusto a mantener la caricatura de una derecha catalana ferozmente recortadora, un grupo de indeseables con quienes sólo puede llegarse a pactos puntuales y con cierta vergüenza. El estigma es tan fuerte, que el vicepresidente Aragonès ha prometido repetidamente que esta crisis no habrá recortes.

Ahora saltamos nueve años hacia el futuro-presente de 2020, y encontramos en una situación sorprendentemente similar. El Govern de Catalunya, esta vez capitaneado por Esquerra en los departamentos clave en la gestión de la pandemia, decide dar ejemplo y aplicar las medidas más duras y restrictivas del Estado. La gente de este país ve, atónita, cómo Madrid y el País Valencià permitirán que sus ciudadanos y sus empresas funcionen con normalidad hasta la medianoche, pero aquí no, aquí todo el mundo a casa a las diez. La diferencia entre las diez y la medianoche son las cenas, la primera cerveza, la primera copa de vino o la asistencia al teatro o a un concierto, que podrían salvar miles de negocios al borde de la ruina.

Pero nuestro Govern es valiente y toma las medidas que otros no se atreven, sólo hay que ver la irresponsabilidad de Madrid, que llegó a enfrentarse con el Estado para impedir un confinamiento perimetral que parecía obvio. Ahora Madrid está sufriendo las consecuencias.... ¡Espera! ¿De verdad?

Madrid o el País Valencià están igual que Catalunya, pero sus negocios y autónomos lo han pasado un poco mejor

La verdad es que Madrid o el País Valencià están ahora mismo igual que Catalunya, pero sus negocios y sus autónomos lo han pasado un poco mejor. De hecho, Catalunya está peor por la responsabilidad del gobierno catalán combinada con la irresponsabilidad de los restantes gobiernos españoles. El Govern de Catalunya, seguramente llevado de la mejor de las intenciones, ha querido ser siempre el más rápido y el más estricto a la hora de aplicar medidas de confinamiento a la población y las empresas del país.

Desgraciadamente, España no premia a los responsables y protege a los irresponsables. Por eso la sanidad catalana acabó sufriendo los recortes por todo el Estado, y los autónomos de aquí acabarán más fastidiados que los madrileños. ¿Y todo para qué? ¿Para poder decir que somos los más responsables? ¿Para decírselo a quién?

Artur Mas se encontró con que, por mucho que intentara comportarse como Dinamarca, nunca nadie le agradeció los servicios prestados porque, a los ojos de Europa, Mas era el presidente regional de un estado en bancarrota permanente. Ahora, el vicepresidente Aragonès quiere comportarse como Francia y Alemania y el conseller Sàmper se queja de la falta de herramientas para encerrarnos todavía más tiempo en casa, pero Macron y Merkel sólo miran los datos de España y nos tratarán como españoles. De aquí a un tiempo ¿cómo se valorará el gobierno de Aragonès? ¿Cómo recordarán los catalanes el trato de los partidos independentistas? ¿De verdad vale la pena querer ser los mejores de la clase? En España, hacerlo bien no tiene premio, así que o nos relajamos un poco o salimos de España.