El escritor griego Nikos Kazantzakis confesó que en su vida los grandes benefactores fueron los viajes y los sueños. Entre sus referentes, Homero, Buda, Nietzsche, Bergson y Zorba. Zorba no se estudia en los libros de pensamiento, era un hombre simple que le enseñó a amar la vida y a no tener miedo de la muerte. Los grandes referentes, las personas ancla, las compañías que nos hacen de timón, no son siempre los grandes nombres que han configurado la historia mundial. La vida nos brinda sus Zorbas, también.

Kazantzakis (1883-1957), uno de los escritores griegos más conocidos del siglo XX, nominado varias veces al Premio Nobel de Literatura, escribía: "Si tuviera que tener un guía espiritual, un gurú como dicen los hindúes o un anciano como dicen los monjes del monte Athos, yo escogería a Zorba". Zorba encapsula todo lo necesario: ingenuidad creativa, renovada cada mañana, mirarlo todo como si fuera siempre la primera vez y dar virginidad a los elementos cotidianos: viento, mar, fuego, mujer, pan, frescura del corazón. Y la sonrisa salvaje, de las entrañas, que derroba las barreras de la etnia, la religión y la patria.

Una persona muy, muy simple y teóricamente alejada de nuestro estilo de vida, nuestra lengua y costumbres, puede apretar un botón existencial y nos puede llevar a dimensiones insospechadas y a ver nuestra vida de otra manera

Alexis Zorbas es un personaje de ficción basado en un Giorgos Zorbás, una persona humilde que impactó al pensador Kazantzakis, que a pesar de haber tenido durante alguna etapa altos cargos políticos, escogió, por suerte nuestra, dedicar la mayor parte de su tiempo a escribir. El escritor conoce a Zorbas en 1915 en el monte Athos, y lo define como una persona que amaba las cosas simples de la buena vida, y lamenta haberlo conocido demasiado tarde.

El pensador griego recuerda anocheceres con Zorbas, las típicas comidas de los campesinos regadas con el vino áspero de Grecia, que desencadenaba conversaciones infinitas. Zorba hablaba y el intelectual callaba. Le explicaba batallitas de mujeres, de Dios, de la patria, del amor, y cuando se cansaba de hablar, se levantaba y se ponía a bailar. Cuando le comunicaron que Zorbas había muerto, Kazantzakis se encerró 45 días en la isla de Egina y se puso a escribir la inmortal obra que después fue interpretada por Antony Queen. La película, de 1964, ganó 3 óscars y sitúa como argumento central como a veces a una persona muy, muy simple y teóricamente alejada de nuestro estilo de vida, nuestra lengua y costumbres, esta persona puede apretar un botón existencial y nos puede llevar a dimensiones insospechadas y a ver nuestra vida de otra manera.

Kazantzakis vivió los mejores momentos que recuerda, con un buen humor desbordante, al lado de su Zorba. En una entrevista con la periodista Jolanda Terenzio en 1957, Kazantzakis declaró una verdad como un templo: "El mayor obstáculo para el hombre es la falta de fe en un ideal más grande que su yo. Si no creemos en algo superior a nosotros mismos, no podemos ser felices".