La apuesta de Pedro Sánchez por Yolanda Díaz como aliada preferente tiene como objetivo prescindir de la componente republicana y ajena al Régimen que se ha atribuido —de forma exagerada— a Podemos. La candidatura de Yolanda Díaz se llama sarcásticamente Sumar cuando se trata de una escisión. Una escisión liderada por la vicepresidenta del Gobierno contra el partido que la promocionó no tiene otra razón de ser que la de renegar de cualquier tentación radical para tranquilizar a los poderes fácticos del Estado y la misma monarquía.

Pedro Sánchez conoce cuáles son las exigencias del Régimen. Por eso nunca quiso pactar con Podemos un gobierno de coalición. Cuando presentó la moción de censura a Rajoy no ofreció nada a Pablo Iglesias. Su intención siempre fue gobernar con Ciudadanos. Todo el mundo recordará que Sánchez llegó a decir que no podría gobernar con Podemos porque no dormiría tranquilo. Sánchez pretendía gobernar con Ciudadanos, pero se encontró con un Albert Rivera que no entendió la situación ni supo gestionar su fuerza. Sánchez tuvo que repetir elecciones y antes de que su propio partido lo defenestrara por segunda vez buscó su salvación personal la misma noche electoral asegurándose la investidura mediante el pacto con Pablo Iglesias.

El pacto con Podemos y el resto de partidos de izquierdas, republicanos y/o independentistas ha sido considerado siempre por el Deep State como una traición de Pedro Sánchez al sistema y por eso lo han tratado sistemáticamente como un gobernante ilegítimo. Y Sánchez que es un especialista en la supervivencia política quiere reconciliarse con el núcleo duro del Estado poniendo en evidencia sus méritos en la derrota del independentismo catalán y en la neutralización de la izquierda que se llama transformadora.

¿Qué aporta Yolanda Díaz? Cuesta mucho identificar en Díaz un mensaje específico muy diferenciado del PSOE. Sí se percibe en sus discursos ganas de gustar a todo el mundo. Sí se nota también una intención deliberada de evitar asuntos conflictivos. No cuestiona la monarquía como solía hacer Pablo Iglesias. Ha procurado mantenerse al margen en las discrepancias surgidas en el Gobierno de coalición, es decir, negando ningún tipo de apoyo a las ministras de su partido. Como vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo transigió con una reforma laboral claudicante comparada con la derogación que se había prometido. Y tampoco ha movido un dedo, Yolanda Díaz, para derogar la ley mordaza... Es lógico que Pedro Sánchez apueste por ella porque no molesta nada. Ni a él ni a nadie. Y con eso Sánchez y Díaz creen que el Rey y su corte dormirán más tranquilos y disminuirán su beligerancia.

La escisión liderada por la vicepresidenta del Gobierno contra el partido que la promocionó no tiene otra razón de ser que la de renegar de cualquier tentación radical para tranquilizar a los poderes fácticos del Estado y la misma monarquía

Podemos no ha sido un partido revolucionario ni mucho menos y se ha tragado casi todos los sapos que le han puesto en frente pero desde el punto de vista del Régimen nunca serán suficiente de fiar como para permitir su acceso a los centros de poder y a los secretos del Estado. Todo tiene su historia. Podemos cristalizó como partido recogiendo las protestas de los indignados del 15-M contra el sistema en un momento en que el sistema hacía aguas. El 2 de noviembre de 2014, el diario El País abría en portada con los resultados de una encuesta electoral titulada así: "Podemos supera a PP y PSOE impulsado por la ira ciudadana". El segundo tema de portada de aquella edición de El País llevaba por título "El muro del 9-N", y se refería al suplemento Domingo dedicado a la consulta catalana convocada por el presidente Artur Mas para el domingo siguiente. La portada de El País era un auténtico grito de angustia ante los signos de decadencia del régimen lo bastante evidentes. Aquel mismo año tuvo que abdicar el Rey Juan Carlos I para evitar que la corrupción de la monarquía interrumpiera la continuidad dinástica. La corrupción afectaba también al partido del Gobierno y al principal partido de la oposición. Algunos dirigentes del PP entraron en prisión, mientras Andalucía vivía el escándalo de los ERE que afectaba también a dirigentes principales del PSOE. Y a todo eso la economía española, con más de cinco millones de parados y un crecimiento muy por debajo del 2% llevaba años intentando evitar ser intervenida por Bruselas.

La independencia de Catalunya no se consideraba viable, pero en aquellas circunstancias un brote republicano por todo el territorio se podía volver imparable como pasó en los años 30. Había ingredientes suficientes para descargar una tormenta perfecta que podría hacer caer el Régimen tal como reflejaban las encuestas. Así que todos los poderes del Estado se conjuraron para evitarlo.

Han trascendido no todos pero algunos episodios de guerra sucia contra Podemos con participación de los servicios de inteligencia y de la policía patriótica. La misión lleva el argumento de las razones de estado. Empezó hace más de 10 años y continúa activa. El acoso provocó conflictos internos, escisiones, renuncias de dirigentes e hizo caer a Pablo Iglesias del Gobierno. En este sentido, Yolanda Díaz ha asumido políticamente encarnar el límite, el tope que impone el régimen. Hasta aquí se puede llegar y no más allá.