Madrid, sus ciudadanos, ha celebrado el Dos de Mayo con cuatro días de fiesta. Suerte que tienen. Quien nunca descansa es el Madrid político. Y el PP lo ha celebrado como si Madrid fuera España, claro, e impidiendo el paso a la tribuna de invitados (para ver un desfile militar, que ya me dirán) a todo un ministro de la Presidencia del gobierno de España. Como si fuese el Madrid-Partizán de Belgrado de baloncesto, pero con una señora de protocolo en el papel de Yabusele e Isabel Díaz Ayuso prendiendo la chispa con una antideportiva como la de Sergi Llull.

Lo preocupante del caso es que el asunto se ha tratado más como una nueva pugna entre azules y rojos (y entre IDA y Núñez Bruce Esprinter Feijóo) que como lo que es: un paso más en la desenfrenada carrera hacia el totalitarismo y la degradación de la democracia de un partido que la prefiere antes “rota que roja”, al revés de lo que dijo José Calvo Sotelo, ministro de Hacienda de la dictadura de Primo de Rivera. Lo ha tratado así la prensa de derechas, pero tampoco la prensa de izquierdas advierte del todo del peligro real, porque ve estrategia —también la hay en el PSOE— donde hay un riesgo evidente de descarrilar. Ah, y cuando digo “rota” no lo digo por Catalunya, lo digo por un partido que dinamita la convivencia con el discurso del gobierno ilegítimo, a la altura de Donald Trump o Jair Bolsonaro.

¿Cómo es posible que a estas alturas haya quien acepte el discurso del “gobierno ilegítimo” en un sistema parlamentario con más de 40 años de vida?

Lo ha apuntado mucha gente, pero recojo las palabras de Ignacio Escolar: “Imaginen, es un suponer, qué pasaría si el presidente catalán le dijera a un ministro del Gobierno de España que no es bienvenido en un acto institucional de la Generalitat. ¿Qué leeríamos en la prensa? ¿Qué dirían las tertulias? ¿Qué escucharíamos en el Congreso? ¿Qué plantearían algunos jueces y fiscales si esto lo hubiera hecho la Generalitat de Pere Aragonès, Quim Torra o Carles Puigdemont?”.

Pero es que el problema no es ese. Ni una “desvergüenza” a Félix Bolaños. Tampoco es sólo un “desprecio” al gobierno de España, como escribe el director de ElDiario.es. Es, insisto, un desafío a la democracia, una degradación peligrosa. La tribuna de la Puerta del Sol no es el Capitolio, ni la señora de protocolo lleva un sombrero con cuernos, pero el ministro representa a todos los españoles. Y tenemos una historia que olvidamos demasiado a menudo.

¿Cómo es posible que a estas alturas haya quien acepte el discurso del “gobierno ilegítimo” en un sistema parlamentario con más de 40 años de vida? Gobierno que, dicho sea más que de paso, ha afrontado una pandemia, una guerra, unos indultos, una inflación y una crisis energética, y ha aprobado leyes progresistas. Esto es lo que ha hecho este gobierno "social comunista", Frankenstein y amigo de ETA y de los independentistas, que hay que "derogar", como dice Feijóo, porque se ve que hay partidos que representan a unos ciudadanos que no tienen los mismos derechos que ellos. Lo mismo que pensará, por cierto, la ministra de Defensa, Margarita Robles. Ahora, lo que no puede hacer tampoco el PSOE es dar alas a Díaz Ayuso solo por alejar del centro a Feijóo, algo que ya hace solito, jugando también con fuego.

Pero vaya, da igual. El objetivo del Madrid político que confunde su idea y sus intereses con la única España posible, es la Moncloa. Es el objetivo del PP, Vox, la cúpula judicial y el Sindicato del Crimen, pero sobre todo el de Díaz Ayuso y Manuel (MAR) Godoy. Ganar la Moncloa como el Madrid, que lo tenía perdido, forzó un cuarto partido en Belgrado.