El acuerdo conseguido por el PP, Cs y Vox para gobernar Andalucía nos mostró el grado de consenso real de la Santa Alianza (como la bautizó con ingenio Antón Losada) de la derecha extrema, una y triple respecto de la agenda a imponernos, que recoge gran parte de las propuestas reaccionarias de Vox: recortes en las políticas sociales y de igualdad de género, política antiinmigración y un sustancial recorte de autogobierno.

La ofensiva tripolar de la Santa Alianza responde básicamente al objetivo de recentralizar el Estado suprimiendo la autonomía política y manteniendo las comunidades autónomas como mancomunidades provinciales para la gestión administrativa desconcentrada. Para mi país, Galicia, es la peor de las opciones, la que garantiza su pobreza, dependencia e irrelevancia.

Además, la ofensiva coincide con la sustancial mutilación implícita que sufrió el marco constitucional-estatutario en los últimos tiempos. Desde la sentencia del Tribunal Constitucional que anuló sustancialmente el Estatuto catalán del 2006 y, sobre todo, desde la aplicación en otoño del 2017, e inducida directamente por el jefe de Estado, del 155 que convirtió un mecanismo inadecuado en origen, de limitación temporal y sectorial de autogobierno en un estado de excepción que deroga este autogobierno. Derogación que hoy el tripartito de la derecha española (con apoyo de parte del PSOE) quiere hacer eterna.

El peligro es inminente. Hablamos no sólo de derecho de autodeterminación, sino de derecho a un autogobierno limitado, hoy negado de facto por las propuestas de la derecha tripolar y extremista, así como de los derechos fundamentales y de las políticas de cohesión e inclusión social y de igualdad de género, que quieren limitar sustancialmente, cuando no suprimirlas. Hay que reaccionar.

La apertura a opciones de otras naciones del Estado acerca un mensaje de solidaridad con la reivindicación catalana de autodeterminación muy necesario ahora

Y, aunque sea comprensible que para las elecciones europeas los partidos de la plurinacionalidad estatal preparen cada uno una coalición (ERC con BNG y EH Bildu, en el ámbito de la Alianza Demócrata Europea, y Compromís con Més de las Illes Balears, la Chunta Aragonesista y otros, que incluso querrían integrar a la gallega En Marea), los tiempos actuales exigen mucha más unidad, mucha más estrategia local-nacional, estatal y europea y muchos menos intereses de partido, como señalaron en las últimas semanas Xosé Antón Jardón, Arnaldo Otegi o Ramón Cotarelo.

Cierto es que tendría un sentido especial que las fuerzas políticas y la sociedad civil del Principado constituyeran una candidatura unitaria exclusivamente catalana, pero la apertura a opciones de otras naciones del Estado acerca un mensaje de solidaridad con la reivindicación catalana de autodeterminación muy necesario ahora. En esta línea, es lógico que el PNV mire con escepticismo esta opción, en una conjetura en la cual está mejorando desde la centralidad sus expectativas electorales, como reflejan las encuestas para las elecciones municipales y a las Juntas Generales vascas. Pero el trivoto de la Santa Alianza no se quedará parado porque en determinados territorios o espacios no obtenga la mayoría. Su portavoz oficioso, Jiménez Losantos, ha defendido también la aplicación indefinida del 155 en Euskadi y Nafarroa. Vienen a por todos. También a por nosotros.

Por este motivo, una coalición unitaria de fuerzas soberanistas y cosoberanistas para las elecciones europeas sería una solución inteligente, aunque muy difícil. A pesar de eso, como suele decir Morgan Freeman, nunca podremos saber que alguna cosa se podía hacer hasta que alguien la haga.