Hay quien opina que los soberanistas catalanes de JuntsxCat y ERC se equivocaron al no escoger como senador a Miquel Iceta para permitirle acceder a la presidencia del Senado estatal que le asignó digitalmente Pedro Sánchez. Ya saben, es la sarta a la cual están acostumbrados los soberanistas de todas las naciones del Estado: id con cuidado, chicos, no os portéis mal con el PSOE que si no vienen los malos malísimos de las tres derechas...

Los soberanistas catalanes rechazan, aunque les pese, una muy buena propuesta. Quedar fuera, con 22/350 diputados, de la Mesa del Congreso. Por todos los tejemanejes habidos y por haber para que Puigdemont sea candidato a las europeas y que él y Junqueras puedan participar en el debate electoral de TV3. Prohibir los lazos amarillos ―señal de reivindicación democrática de la ciudadanía catalana― por considerarlos muestras electoralistas de la política partidista. Asistir silentes a la querella de la Fiscalía Provincial de Barcelona por organización criminal (!) contra cada una de las direcciones de Catalunya Ràdio y TV3.

Porque Miquel Iceta (PSC) ha representado siempre, de hecho, la tercera vía de las personas sensatas. He ahí su absoluta falta de vergüenza para compartir, al lado de Vargas Llosa y la extrema derecha española, la demostración unionista del 8-O del 2017. Y quisieron ponerlo al frente del Senado: un president para todos. El hombre de la mano abierta al soberanismo catalán. Pues sí.

Pensé que este PSOE de Sánchez, acostumbrado a las bofetadas de Felipe González, Alfonso Guerra, Susana Díaz et alii, había cambiado la obsesión de comprar el mapa territorial de la España uninacional a la derecha española. Pero veo que me estoy equivocando. Porque Pedro Sánchez viaja "del coro al caño" sin ser capaz, a pesar del viento de popa que todavía recibe, de hacer política.

Mientras tanto, como bien dice mi compatriota gallego Suso de Toro, gran parte de la ciudadanía catalana rompió ya (ella sí de verdad) con la vieja política y piden de los gobernantes soluciones y planes de futuro que vayan más allá del regateo en corto, de la vanidosa exposición y de un victimismo que no les encaja en la vivencia cotidiana de sus dirigentes políticos y obligados a la prisión o al exilio.

Y todavía quieren que voten por Iceta. Parece ser que se han vuelto locos.