Las declaraciones de Arturo Fasana, gestor de Juan Carlos de Borbón, ante la Fiscalía suiza de Ginebra ratifican el absoluto desprestigio del anterior jefe de Estado. Aunque, frente a los 100 millones de dólares de la comisión del rey Abdallah de Arabia Saudí del 2008, los 1,7 millones de euros del regalo del 2010 del sultán de Baréin son cuantitativamente mucho menos relevantes.

No obstante, además de clavar otro clavo en el sepulcro de la honestidad del anterior monarca, estas manifestaciones muestran una historia de tejemanejes de serie B: dicen que Borbón y Borbón transportó el dinero en un maletín entre Abu Dhabi y Ginebra, haciéndose valer de su calidad de jefe de Estado y, por lo tanto, de la ausencia obligada de controles. En Ginebra los entregó a su gestor para que este los ingresara en la cuenta de la fundación panameña Lucum de la banca Maribaud. Recordemos que el único beneficiario en vida de la mencionada fundación era el mismo rey emérito y que su hijo y actual jefe de Estado era beneficiario en caso de defunción, hasta que renunció en marzo del 2019, un año antes de informar de este affaire a la opinión pública.

Los hechos denunciados son gravísimos. Por mucho menos hay mucha gente en la prisión, empezando por el yerno del rey emérito. Es escalofriante pensar en estos niveles de corrupción en la Jefatura del Estado a lo largo de 39 años, que sólo empiezan a ser descubiertos por la jurisdicción de otras democracias europeas.

La monarquía de Juan Carlos y Felipe de Borbón es la institución que encarna y da sentido al deep state, a la baja calidad democrática, a la recentralización política y económica

Nadie negará ahora la necesidad urgente de una investigación parlamentaria, como la que pidieron hace unas semanas Compromís, PNV, EH Bildu, JuntsxCat, ERC, CUP y BNG. Porque el desprestigio de la monarquía española en el contexto europeo y universal es irreversible. Y el desprestigio de la monarquía hiere de muerte el prestigio del estado español. Una ojeada a la mejor prensa internacional basta para comprobarlo.

Pero ante esta solicitud, el tripartito de derechas y el PSOE unieron sus votos para sustraerle a la ciudadanía de las diferentes naciones del Estado una investigación independiente que determine los actos concretos de corrupción del anterior jefe del Estado. Investigación que no tendría que perjudicar la judicial que le corresponde a la sala de lo penal del Tribunal Supremo, aunque como abogado dudo mucho que un tribunal tan politizado mueva un papel.

Porque la monarquía de Juan Carlos y Felipe de Borbón es la institución que encarna y da sentido al deep state, a la baja calidad democrática, a la recentralización política y económica, al predominio de los sectores regulados del Ibex 35, a la España de la gran banca, de la gran distribución eléctrica y del lobby constructor-concesional. La institución que da sentido al capitalismo de amiguitos y a la España del palco VIP del Bernabéu.

La crisis de la monarquía es la propia crisis del Estado.