Algunos de los episodios más lamentables de esta semana nos dan buenas pistas sobre los errores que no deberíamos cometer si queremos que la pandemia se lleve también por delante viejas prácticas que abochornan a cualquiera que se asome al ruedo político español.

Empecemos por el caso Pérez de los Cobos. Es tan cándida la explicación de su cese al frente de la Guardia Civil en Madrid por “pérdida de confianza” que si no fuera porque el problema es grave, habría que tomárselo en broma. Es impensable que alguien de la trayectoria del ministro Grande-Marlaska no supiera a estas alturas que tiene un Estado dentro del Estado, un cuerpo armado cuyos informes para las instrucciones judiciales de las más diversas causas tienen un enfoque político. Se señala primero al adversario que hay que eliminar y después, si hace falta, se echa mano de literatura policial barata para justificar la tropelía. En Catalunya ya lo han probado con las causas abiertas por el procés, y en Euskadi lo sabemos hace tiempo con el premio a torturadores que arrancaron confesiones sobre las que se construyeron, por ejemplo, casos como el del cierre de Egunkaria. España tiene un problema serio con el uso partidista del binomio Guardia Civil/Justicia. Las cloacas son mucho más que Pérez de los Cobos o Villarejo: son un método.

A España le van a tomar por el pito de un sereno cada vez que en Europa se aborden cuestiones serias

Otra foto: a los veinte minutos del silencio en señal de duelo por los fallecidos durante la pandemia, subía al estrado del Congreso la diputada Álvarez de Toledo. Y la armó. Pero nadie puede tampoco llevarse a engaño, porque Casado la puso ahí exactamente para ese cometido. Llamar al vicepresidente, que tampoco estuvo fino, hijo de terrorista es un botón de muestra de la falta de iniciativa política. Uno puede elevar otra vez el tono hasta hacerlo insoportable, insultar, provocar escándalo, regodearse en ello, revolcarse en el lodazal... pero sólo será un ejemplo de la ausencia de proyecto político.

Tercera foto: la Unión Europea prepara un plan de subvenciones a fondo perdido y créditos muy favorables para los estados más afectados por la crisis provocada por la pandemia. Lo hace el mismo día que los insultos han sustituido al debate político. Y supongo que quien da dinero exige seriedad, esa de la que anda muy escasa la política española desde hace años. Así que vayan apuntando que a España le van a tomar por el pito de un sereno cada vez que en Europa se aborden cuestiones serias.

Cuarta foto: sólo la aprobación del Ingreso Mínimo Vital nos alumbra el camino por el que hay que transitar y profundizar. Mejoras reales para la población que va a exigir de su clase política que esté a la altura de la gravedad del momento. Quien se quede en el rincón, quedará también retratado como alguien inútil para el servicio público. Esta semana, la supuesta alternativa al gobierno español ha elegido quedarse en el rincón. Y no es un problema de la derecha española, porque si no depuramos viejas prácticas, acabaremos todos en el barro.