¿Saben por qué es importante una rueda de prensa con preguntas y repreguntas? Entre otras cosas, para obligar a decir la verdad a nuestros representantes. Y casi todos han patinado, más o menos voluntariamente, en una competición absurda sobre quién lo hizo antes, mejor, o incluso, quién dejó hacer y quién no.

Algún ejemplo: no es verdad, como explicó Pedro Sánchez, que España haya sido “el primer país de nuestro entorno en suspender eventos públicos tras confirmar el primer fallecido por coronavirus, seis días”. Pasando por alto esa extraña medición de la eficiencia, encaminada a una absurda carrera entre países, no es verdad: Portugal, que debe ser su entorno inmediato y al que le gusta mirar tanto, la tomó sin ningún fallecido. Tampoco es cierto, como asegura el Gobierno vasco, que “Euskadi es la región europea con mayor número de tests de detección precoz realizados por millón de habitantes”, porque los 9.000 vascos (a día 4 de abril) eran superados por los 25.000 de Lombardía. Y ya que estamos, tampoco se ha demostrado que el Gobierno español haya requisado material, importado o fabricado en Catalunya, impidiendo al Govern repartirlo donde más se necesitaba, tal y como escribió el president Torra a Sánchez. Si tuviera que recoger los bulos de las distintas oposiciones en España, Euskadi o Catalunya, me quedaría sin espacio. Siempre es más fácil mentir desde quien no tiene responsabilidad alguna.

Debemos ser benévolos con las decisiones, más o menos acertadas que tomen los gobernantes, pero implacables con la mentira

Así que, aunque parezca que es pedir demasiado, creo que una de las tareas pendientes sería decir la verdad. Con y sin crisis. Manipular los datos para infundir una falsa tranquilidad o dominio de la situación infantiliza a una sociedad que está demostrando ser muy responsable y mucho más madura de lo que, al parecer, piensan quienes quieren darnos gato por liebre. Al contrario, ser honesto por dura que sea la realidad, no entrar en competencias vecinales por ver quién se cuelga la medalla, gobernar con firmeza y humildad, debe ser premiado. Y dicho esto, añado que debemos ser benévolos con las decisiones, más o menos acertadas que tomen los gobernantes, pero implacables con la mentira.

Otra tarea pendiente es dejar atrás la política a base de eslóganes que quedan bien para un titular pero que no sirven cuando la falta de concreción debe llevarse a la práctica. Ya basta de “hibernación”, de “arca de Noé”, de “pico de curva”, o de “nuevos Pactos de la Moncloa”. Ni la economía hiberna (suele irse al carajo y al futuro inmediato me remito), ni encerrar a los asintomáticos se parece a un arca de Noé (salvo que Iván Redondo también reescriba el Antiguo Testamento) como mito de supervivencia, ni Franco acaba de morir (habría mucho que discutir sobre eso) para que se junten en un despacho los líderes de los partidos y sindicatos y nos den un plato cocinado hurtándonos un debate en las instituciones. Los eslóganes deberían quedar confinados para siempre y ser sustituidos por verdades concretas.