Las papeleras de mi entorno se han convertido, pese a los esfuerzos de las brigadas de limpieza, en un ejemplo de que estamos asistiendo a un retroceso en algo clave que nos había costado décadas interiorizar: el cuidado del medio ambiente a través del compromiso individual con cada una de nuestras acciones. Vale, es cierto, lo urgente es parar la pandemia, pero me pregunto si en esta costosa labor no podemos evitar retrocesos e, incluso, prepararnos para hacer compatible esa lucha sanitaria con otra que seguirá siendo importante para nuestro futuro.

Los descensos en emisiones contaminantes y la nitidez de los cielos en las grandes ciudades han sido un espejismo. Los datos se vuelven a acercar a parámetros previos al confinamiento y, si tomamos como ejemplo lo que sucedió tras la crisis de 2008, no es descabellado augurar que si no se ponen remedios ahora, el mundo volverá a contaminar más y más rápido de lo que lo hacía antes de la pandemia por las necesidades de reactivar a ritmos muy elevados la actividad económica. La primera “R” es reducir. No tiene pinta de que vaya a suceder.

La pandemia está suponiendo un claro retroceso en los compromisos medioambientales

Si de las grandes proyecciones bajamos a nuestros gestos cotidianos, los mensajes institucionales no han podido ser menos afortunados: usemos más vehículo privado para evitar aglomeraciones en el transporte público. Llámenme ingenuo, pero ¿qué tal probar a reforzar metros, trenes, tranvías y autobuses en vez de invitarnos a a hacer exactamente lo contrario de lo que durante años nos han pedido que hagamos?

Algo parecido sucede con la segunda “R”: reutilizar. Nuestra vida se ha llenado de material desechable. El usar y tirar contra el que veníamos luchando, como uno de los métodos efectivos para la sostenibilidad medioambiental, está a la orden del día y si nadie lo remedia quedará asociado a comportamientos responsables en pos de la higiene extrema. Bolsas, guantes, mascarillas, vasos, platos, cubiertos... todo de un uso para que mis manos pulcras lo estrenen y no toquen nada de lo que otros irresponsable (siempre es “el otro”) haya podido contaminar. ¡Viva el plástico!

Estos utensilios, amén de la mascarilla que debe ir, según he oído decir a varios gobernantes, al contenedor de la “fracción resto”, el cubo de basura de toda la vida, a su vez dentro de una bolsa hermética, no son en su mayoría susceptibles de ser reciclados (la tercera “R”: reciclar). Tengo la sensación de que la pandemia está suponiendo un claro retroceso en los compromisos medioambientales.