José Luis Martínez-Almeida es un señor muy gracioso que, además de cantar el himno del Atlético de Madrid con más pasión que Stefan Savic cuando ejerce de sicario de una peli de Jack Ryan, es el alcalde de Madrid. Sí, sí, no lo es Isabel Díaz Ayuso, aunque ella quiera ser alcaldesa y presidenta del Gobierno y La libertad guiando al pueblo de Delacroix. Almeida es un tipo que se cae bien porque es una mezcla entre Mr. Bean y Frank Spencer, y tiene una peculiaridad. Una capacidad innata, diría yo. La de dar pelotazos en la cara. Lo ha hecho en tres ocasiones conocidas. La primera, fechada en febrero de 2020, cuando tiró un penalti en la inauguración de un campo de fútbol en Sanchinarro. Un poco más y mata a un niño. De hecho, la pelota iba fuera y si no llega a ser por la cabeza del chiquillo, ni el alcalde ni el público hubieran celebrado el gol. La repetición de la jugada fue en junio de 2021. Era un amistoso organizado por su Atlético en el Metropolitano para recaudar fondos contra el cáncer infantil. El hombre quiso quitarse la espina e hizo una rabona, chutando a pierna cambiada. El chut fue contra la cámara. Aún con mascarilla, corrió a pedir disculpas. Y la tercera fue hace dos meses en Vallecas. Pero esta vez la cosa no iba de fútbol, iba de rugby. Se inauguró el campo municipal de Las Leonas, que es como se conoce al equipo femenino español. Cuando Almeida iba a hacer el chut a palos inaugural con la ovalada, le dio directo a otro fotógrafo. Claro, si la redonda ya no la controla, imagínate el melón. El caso es que como esto ocurrió el mismo día que Gerard Piqué publicó su vídeo anunciando que dejaba el Barça, el alcalde de Madrid, que de sentido del humor tiene, hizo un retuit con cita: “Madrileños, yo también os tengo que decir algo: dejo los saques de honor”. Y añadía la etiqueta #fotografoswellcome.

En Catalunya la situación del rugby es precaria, en muchos casos, con problemas de alumbrado o de compartir campos —de patatas— con otros deportes. Esto en un deporte que presume de valores, que se está profesionalizando en todo el mundo y del que Catalunya es la cuna en España

Todo esto le hizo mucha gracia a mucha gente, empezando por los programas de humor, pero llamó la atención, sobre todo, de los practicantes del rugby en Catalunya. Que, hábilmente, empezaron la campaña #volempilotades. Con un argumento muy sencillo, contado por la Federación Catalana: “Ojalá Ada Colau o Pere Aragonès nos claven un pelotazo a los del rugby catalán, significaría que se inaugura un campo de rugby en Barcelona por primera vez desde 1992”. Pues sí, porque Almeida dio su tercer balonazo en la inauguración, no de uno, sino de dos campos de rugby. Y mientras en Barcelona hay cuatro campos y 2.000 fichas federativas (dos campos menos que hace 30 años), en Madrid tienen 15 para 4.000 jugadores. Hace menos de un año los diez clubes barceloneses ya denunciaron los incumplimientos del Ayuntamiento, advirtiendo del peligro en la continuidad del estadio de la Foixarda, de la inminente pérdida del campo de las pistas universitarias de la UB y de las instalaciones provisionales que había todavía en la Teixonera. El cuarto campo es el de la Mar Bella, por cierto. Y en el conjunto de Catalunya la situación también es precaria, en muchos casos con problemas de alumbrado o de compartir campos —de patatas— con otros deportes. Esto en un deporte que presume de valores, que se está profesionalizando en todo el mundo y del que Catalunya es la cuna en España. Hace dos años se celebró el centenario de la Unió Esportiva Santboiana, el club decano, y este año lo es el de la Federación Catalana. Para que se hagan una idea. Este es año de Mundial. Se celebra en Francia. No queda ni una entrada. Y, sin embargo, en la tele pública, cuando anunciaron los acontecimientos del año, no dijeron ni una palabra. Eso sí, después, mucho patriotismo y mucha comedia con la USAP de Perpinyà.

Será que, a diferencia de la Copa América, lo del rugby no te permite hacer reformas urbanísticas. Pero el gran drama es no entender la importancia del deporte en una sociedad.