Y ahora, ¿quién limpia todo esto? ¿Qué hacemos con el lodazal en que se ha convertido el periodismo patrio? ¿Cómo abrimos una conversación urgente e imprescindible sobre el ejercicio de la profesión en los últimos años sin que sea en una carnicería? Fácil no es. Pero hay un efecto positivo en la emisión de los audios de José Villarejo con el periodista Antonio García Ferreras. Hemos reaccionado, por fin, ante un debate pendiente y necesario. Parte del malestar con La Sexta-Ferreras no es solo por el contenido de los audios. Es por la necesidad de colocar a los medios en el esquema de rendición de cuentas. Lo que ha pasado en los últimos años, también iba con nosotros. Escuchar cómo se traficó con un dossier falso sobre una cuenta fuera de España donde Nicolás Maduro ingresaba fondos a nombre de la madre de Pablo Iglesias un mes antes de las elecciones es demasiado grave. “Demasiado burdo”. Y los periodistas somos responsables, al margen de nuestro cargo, de practicar las diligencias informativas necesarias para ofrecer información veraz. Si fallamos en eso, en lo fundamental, la reflexión es obligatoria. 

Los audios de Ferreras con el comisario generan indignación porque conectan con un escándalo que va más allá. “¿Que hubo una operación contra Podemos? Eso es una verdad como un templo”, ha dicho García Ferreras en Al rojo vivo. ¿Desde cuántos sitios se conspiró contra los de Pablo Iglesias? Desde el poder, la justicia, la policía y los medios. La exministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, pidió a un comisario borrar pruebas judiciales de la corrupción del PP y eliminar a enemigos políticos. Luego vinieron decenas de causas archivadas, vinculaciones con ETA, con la financiación de Irán, de Venezuela, la cuenta en Granadinas, el informe PISA, el caso Dina, Neurona, caso Niñera… y un largo etcétera de bulos que periodistas como Eduardo Inda fabricaron y algunos medios metabolizaron sin más. Se han reproducido acusaciones sin mediar el rol crítico y de verificación necesarios. Algunos funcionaron como meros altavoces sin filtro, sin el necesario trabajo de fuentes y sería injusto señalar a La Sexta como máximo artífice de las malas prácticas. Hagan una pausa… salen otros muchos, mucho peores. Y no todos han funcionado todos igual. Ni todos los periodistas. Hay quienes recibieron premios y tertulias; otros (y otras) castigos. 

Lo preocupante no era Villarejo, sino las conexiones. Y la incapacidad de la mayoría de los medios para desmontar en su momento esa red de connivencias y corruptelas desde la cúpula del anterior Gobierno a la Policía

Los audios de Villarejo son nuestro caso Nixon sin consecuencias políticas ni judiciales. El comisario fue un instrumento del poder. Si no tenía las pruebas, las fabricaba. Lo preocupante no era el personaje, sino las conexiones. Y la incapacidad de la mayoría de los medios para desmontar en su momento esa red de connivencias y corruptelas desde la cúpula del anterior Gobierno a la Policía. La cúspide de la corrupción. Por encima de eso, solo queda la violencia. 

Con todo, hay quienes quieren convertir la profesión en un campo de francotiradores. Los audios de Ferreras son una muestra de lo que está por venir. No me refiero a más audios y más periodistas en la diana. Si ni al intento de eliminación en directo del contrario, en una web ad hoc para el objetivo a batir. Hay algo peligroso en lo que está pasando. Lejos de darnos un espacio para la reflexión sosegada desde la profesión, con autocrítica, se activan los matones anónimos, los señalamientos, las campañas de acoso y derribo sin posibilidad de enmienda. Los audios de Ferreras del pasado son una muestra de lo que espera en el futuro.  

La ultraderecha, mientras, lo disfruta. La diputada de Vox Macarena Olona, tras el anuncio del periodista Antonio Maestre de no volver a sentarse con Inda en los platós, ha escrito: “Primero fue Ana Pardo de Vera. Luego Rubén Sánchez (Facua). Eduardo Inda está dejando los platós más limpios que una patena”. Así que una cosa es la reflexión obligada del periodismo de rigor y otra evitar a los francotiradores de ese mismo periodismo. Hace falta honestidad para la autocrítica y valentía para arrinconar el periodismo basura.