Parece que en estos días solo pueda hablarse de Pedro Sánchez y de su “ingeniosa” huida hacia delante, escapando de la operación Casado que los suyos pudieran estar preparándole tras la debacle del 28-M. Pero no. La vida cotidiana tiene más colores, y los debates de fondo que lleva aparejados deberían mantenerse para que así tal vez en la próxima cita en las urnas decidamos nuestro voto con mejor criterio. Porque la sombra del presidente del Gobierno es alargada: la catedrática M. Luisa Balaguer es magistrada del Tribunal Constitucional porque Sánchez lo quiso, propiciando con ella y con las más recientes incorporaciones, que, aunque Sánchez pierda las elecciones, el sesgo en el control de la legislación española siga operando en su favor durante muchos años. Pues bien, de una frase de Balaguer voy a hablar para demostrar hasta qué punto el nivel de la política se corresponde con el nivel de la sociedad y cómo ese lugar que en comprensión lectora ocupa Catalunya respecto a España puede, mutatis mutandis, replicarse para hablar de las carencias filosóficas y científicas de sectores jurídicos decisorios a nivel español. Resumen: ¿qué fundamento científico tiene la afirmación de Balaguer de que el embrión y el feto no son otra cosa que partes de la gestante?

La ciencia ya es capaz de contradecir a Balaguer: ¿cómo ha de ser el feto parte de la madre cuando tiene una composición genética distinta de ella, algo que no sucede en ningún otro lugar de su anatomía?

Sus palabras se inscriben en un debate más amplio, el realizado en torno a la llamada ley del aborto. El Tribunal Constitucional, doce años después de que dicha ley entrase en vigor, ha dicho recientemente que es una norma acorde con la Constitución en la medida en que el derecho a interrumpir el embarazo es una manifestación del derecho a la integridad física y moral reconocida a toda persona. En su voto particular a la sentencia, Balaguer discrepa de la naturaleza otorgada por la mayoría del órgano a la prerrogativa de la gestante, pues para ella se trata de un derecho fundamental en sí mismo. Así es más fácil entender por qué, cuando poco después la entrevistan sobre el particular, afirma que el feto es una parte de la gestante. Por decirlo en palabras de la calle, quitarse el feto es para ella del mismo calado jurídico que prescindir de las amígdalas.

Uno de los temas que subyacen a esa afirmación, no menor cuando el transhumanismo asoma ya de forma evidente de la mano de la inteligencia artificial, tiene que ver con el concepto mismo de la vida humana. Me pregunto en qué quedará la contundencia con la que Balaguer hace esa afirmación cuando la ciencia sea capaz de reproducir embriones al margen de cualquier claustro materno. ¿Considerará entonces que el feto es parte de la probeta que lo albergue? Mucho antes de llegar a ese (para mí triste) estadio de la tecnología, la ciencia ya es capaz de contradecir a Balaguer: ¿cómo ha de ser el feto parte de la madre cuando tiene una composición genética distinta de ella, algo que no sucede en ningún otro lugar de su anatomía? Y ¿cómo es que esa parte puede amputarse con mayor facilidad que una pierna o un riñón? Porque supongo que sabe la magistrada que, como el cuerpo se considera un bien jurídico indisponible, lo que supone sustraerlo al tráfico de órganos, quien asume la responsabilidad de amputar a otro un miembro sí es susceptible de ser condenado por un delito de lesiones, aunque el amputado, por razones de política criminal y como sucede en el caso del suicidio, en la legislación actual no es perseguido. Así pues, resulta que el médico que amputase a alguien un brazo sería condenado mientras se considera un derecho de la gestante que el médico le ampute eso que Balaguer considera parte de ella.

La nueva vida no es parte de la madre. La nueva vida es en sí. Ese milagro, de cuya razón y inauguración del procedimiento permanece el misterio, es el origen de la existencia de esa misma M. Luisa Balaguer que lo niega. Balaguer nunca fue, en tanto que embrión, parte de su madre, sino un ser alojado y protegido por ella antes y después de nacer. Eso en el mejor de los casos.