Ayer lo pasé la mar de bien viendo como la mayoría de conciudadanos (y sus diputados electos en Madrid) celebraban la aparición de los pinganillos en el Congreso prácticamente como la antesala de la independencia. Resultaba muy gracioso admirar a Míriam Nogueras dirigiéndose a la prensa, tosiendo para evitar al llanto, mientras reconvertía su espléndido "Basta ya" electoral en un elogio al ministro de Exteriores socialista José Manuel Albares. Desde el atril, Gabriel Rufián lo hacía más a la republicana, siguiendo a pies juntillas el manual pujolista, recordando que habla catalán "gracias a la escuela catalana, porque es la lengua de su país, y porque es una lengua que amo tanto que la escogí para hablar con la persona que más quiero: mi hijo". Repasad las imágenes, poned vuestra banda sonora predilecta y todo ello os hará lloriquear como si Bambi volviera a perder a su madre.

Pero la gracia (macabra) del tema consiste en ver como el PSOE está aprovechando muy hábilmente las lágrimas de nuestros políticos para integrar lo poco que queda del octubrisme a la nueva normalidad del régimen constitucional español. Como se vio en la sesión de ayer en el Congreso, a Vox ya solo le quedan performances agónicas (como depositar decenas de pinganillos en el escaño vacío del presidente Sánchez) y la impotencia del PP quedó óptimamente patente viendo a Borja Sémper haciendo una apología de la lengua española en vasco. A los socialistas, en definitiva, ya les va bien que el independentismo crea que está ganando la lucha simbólica con centenares de pinganillos, mientras Sánchez pueda seguir dando metadona al procesismo y gestionando el retorno de Puigdemont. A la derecha española, de momento, solo le quedará la red X y los discursos vespertinos de Ana Rosa.

Por mucho que nos pese, tenemos que elogiar el resistencialismo de Pedro Sánchez, quien, de momento, va erosionando la derecha española y ha sobrevivido perfectamente al retorno forzado de Felipe González y José María Aznar (este último, reconvertido en un agitador de masas que convoca manifas anti-amnistía). En Madrid todo el mundo especula con la irrupción de Isabel Díaz Ayuso, pero la fuerza de la lideresa madrileña es un fenómeno exclusivamente centralista, y España tiene bastante estructura pseudo-federal para desconfiar de los inventos electorales triunfalistas que provienen del kilómetro cero. Se logre o no la oficialidad europea, Sánchez ha fagocitado la dinámica del procesismo en la política española y, por muchas condiciones que le ponga Puigdemont, pronto se convertirá en la única alternativa que el presidente 130 tiene para volver a Catalunya (como le recuerdan muy a menudo a sus amigos convergentes).

Como sucede siempre en nuestra política, cuando hay sonrisas y lagrimitas en abundancia, uno tiene la certeza de que el robo es inminente

Al límite de todo, al PSOE ya le va bien hacer ver que abandera la lucha por el catalán en Europa, porque ya tiene a bastantes virreyes del bilingüismo en Catalunya. Gente como el inimitable Joan Tardà, que ayer se apresuraba a recordar que Esquerra tiene que hablar catalán "prioritariamente" en el Congreso, pero recordando que "también debe hacerlo en otras lenguas, y la lengua castellana también es una lengua catalana". También uno de los grandes genios del transformismo de nuestra política, el antiguo convergente Carles Campuzano, quien ayer tuiteaba un texto en el que se declaraba orgásmicamente extasiado tras escuchar un discurso de Bad Gyal en catalán (es decir, ¡se sorprendía de escuchar un discurso de una catalana en catalán en Catalunya!). Con estos críos repartiendo lecciones de minorización de nuestra lengua, no me extrañaría de que Sánchez acabe animándose muy pronto a recitar Carner en el atril del Congreso.

Este gesto también va contagiando los tentáculos que los partidos políticos mantienen dentro de la sociedad civil. Prestad atención también a la última campaña de Plataforma per la Lengua, una serie de vídeos en los que popes de la tribu (como Pep Guardiola, Sergi López o Kilian Jornet) piden la oficialidad del catalán a varias autoridades del continente... dirigiéndoseles en inglés y francés. Dicho de otro modo, se persigue el ideal de establecer la normalización del catalán en Europa como lengua de primera, perpetrando lo que la mantiene en la subsidiariedad; el hecho de pasarse a un idioma "de primera" cuando se habla con alguien realmente importante. La coña del tema es que, afortunadamente para nosotros, la grosería mental de todo esto es tan supina que resulta muy fácil de ver. Como sucede siempre en nuestra política, cuando hay sonrisas y lagrimitas en abundancia, uno tiene la certeza de que el robo es inminente.

Para terminar, una imagen: ayer Oriol Junqueras, afortunadamente libre del covid, regresaba al Congreso. ¿Os acordáis de cuando fue, hace cuatro años, para escenificar un besamanos con Pedro Sánchez? Dicen que le dijo "tenemos que hablar". Pues bien, aquí está el resultado final. Como dirían los enemigos: "atado y bien atado". Disfrutad de la victoria de los pinganillos.