Quizás podría pensarse que el título de esta pieza es una ironía en relación con el viaje a ninguna parte de la ministra vacua y sus amigas, sonrientes en la imagen que permite ubicarlas en el Broadway Neoyorquino, un viaje que quienes lo hemos realizado a costa de nuestro bolsillo sabemos que no es barato y hoy aún lo será menos. Podrían pensar los lectores que me refiero al gasto indecente en ese combustible que ya se mide en patrón oro, con el que habrá habido que alimentar el avión en el que realizaron el vuelo; porque mal si fue en uno privado al estilo Falcon presidencial, pero también mal si lo hicieron en un vuelo regular estas políticas de pega que niegan la conveniencia de ampliar aeropuertos, que reniegan del transporte aéreo por contaminante y que se llenan la boca con las oportunidades que nos dan las nuevas tecnologías de su pija transición ecológica, para poder evitar reuniones físicas como las que ellas afirman haber tenido con organizaciones feministas de un país, por cierto, al que día sí y día también tachan de fascista, machista, clasista y otras lindezas por el estilo.

Podrían los lectores pensar que hablo de ellas, pero no, ya que el equipo de chicas progres con actitudes de esa clase social a la que critican con la boca cada vez más pequeña (porque cada vez, aunque sea de manera provisional, la tienen más cerca) no merecen ni un minuto de nuestro tiempo, excepto para comprender que no se las puede seguir votando. No, el viaje ejemplar es el de una derivada, excrecencia, spin-off del partido de las del grupito, el realizado desde allí y hacia lo que criticaba a una velocidad mayor y más consistente de lo imaginable por la rutilante ministra de trabajo.

El viaje ejemplar es el de una derivada, excrecencia, spin-off del partido de las del grupito, el realizado desde allí y hacia lo que criticaba a una velocidad mayor y más consistente de lo imaginable por la rutilante ministra de trabajo.

Nos quejábamos hace poco del uso espurio del dinero público por parte de la alcaldesa Colau, haciendo campaña de forma impúdica desde el subvencionado escenario de un concierto del orgullo gay. Pero no lo es menos esa fórmula de Yolanda que consiste en criticar su propio partido y el de Sánchez desde la atalaya formidable del Gobierno, proponiéndose como alternativa en un viaje que puede tener dos destinos: o bien Yolanda acaba siendo, como otros personajes políticos en el pasado, la izquierda socialista que pueda sustituir a Pedro Sánchez en contra de la voluntad del partido, o bien ella construirá, con el beneplácito e incluso la financiación del PSOE, uno propio que sea bisagra entre ese y Podemos, que les permita contar con los votos a la izquierda de los socialistas que harían ascos a votar un partido institucional.

Sea en la dirección que sea, se haga ahora, en un rato o después, no me negarán que se trata de un viaje ejemplar. Ejemplar en el sentido de ejemplo de cuánto se pueden retorcer los principios en beneficio del interés. Pero ustedes ya lo saben, porque ejemplos de este estilo no son nuevos, ni acaban aquí, ni causan ya escándalo alguno.