La semana pasada, Andoni Ortuzar, el gris presidente del PNV, estuvo en Barcelona invitado, solo faltaría, por La Vanguardia. El escenario estaba lleno de hombres trajeados, como si de repente hubiéramos regresado a los años noventa. Todo en orden, que es lo que importa. Se trata de borrar cuanto antes la pesadilla soberanista. El independentismo catalán ha alterado el oasis catalán de tal manera que, para anular el movimiento revolucionario más democrático y poderoso que se haya dado en Catalunya desde el final del franquismo, se ha recurrido a la violencia, a la persecución de líderes políticos y a la destrucción del estado de derecho. Ellos afirmarán que no, que los “insurgentes” fueron los independentistas, que llevaron a cabo un “golpe de Estado” encubierto en 2017. Esta sigue siendo la versión oficial —recitada con más o menos énfasis, según quien lo afirme— para interpretar cuál fue la contribución del independentismo a la democracia catalana. Esta interpretación olvida que, durante la década soberanista, la participación electoral fue aumentando año tras año hasta llegar al máximo histórico de 2017, después de la aplicación del 155, que fue del 79,1%. En las elecciones siguientes, las de 2021, cuando los efectos de la represión y de las renuncias ya empezaban a socavar la credibilidad de todos, la participación cayó hasta el 51,29%. Es evidente que, si se hubiera celebrado el referéndum, el electorado catalán habría asistido a votar masivamente y se habría resuelto el problema durante mucho tiempo, sin importar quién hubiera ganado.

La democracia asusta, sobre todo, a los partidos españoles y a los funcionarios del Estado, aquellos que siguieron mandando con las estructuras de la dictadura sin que nadie los molestara, pero también a una buena parte del público que asistía a la charla de Ortuzar. “Lástima que lo que Ortuzar ha reunido lo separara el proceso”, ha escrito Francesc-Marc Álvaro como si lo estuviera diciendo otra persona. Se refería al presunto milagro de que antiguos dirigentes de CiU, desde Campuzano hasta Duran Lleida, pasando por Trias, Batet, Turull, Bonvehí, Espadaler, Gordó, Pascal, Homs, Falcó, Cleries y Xuclà, estuvieran sentados entre el público. A otros, en cambio, les viene bien que Laura Borràs esté sentada en el banquillo de los acusados. Hay que acabar con el Procés, aunque sea a golpe de lawfare, para debilitar la moral de la gente. La política catalana está en manos de personas mediocres, sin ideas y con muchas ganas de controlar los presupuestos públicos. Solo les falta la complicidad a cara descubierta del grupo de matarifes de Junts que, sin ser antes militantes de CDC, se han convertido ahora en los custodios de las esencias pujolistas. Es por eso por lo que el establishment les perdona las veleidades anticonstitucionales, contrarias al régimen del 78, atizadas por el iluminado de Waterloo —el calificativo es suyo, aunque hayan comido de su mano—, y los acoge con los brazos abiertos para que se integren en el viejo redil, en el remanso de paz de la resquebrajada autonomía. La vanidad de cada uno y las trayectorias biográficas de los destronados contribuyen a ello.

Me parece bastante ridículo que un vasco nos venga a explicar a los catalanes, que hicimos un nuevo Estatuto, que lo votamos y que después el Estado lo desnaturalizó, las virtudes de la vía de reforma del Estatuto para el reconocimiento “nacional” de Catalunya

En 1969, el filósofo marxista Manuel Sacristán, que antes había militado en la Falange, al revés que Ramón Tamames, protagonizó un fuerte debate con la dirección de su partido, el PSUC. La discusión fue provocada por el hecho de que, desde París, donde residía la dirección comunista, le obligaron a publicar en la revista de los intelectuales del partido, Nous Horizonts, una crítica favorable al libro de Sergio Vilar, que también era militante del PSUC, Protagonistas de la España democrática. La oposición política a la dictadura. 1939-1969. El airado Sacristán opinaba que el libro se perdía en anécdotas personales, en exhibir cómo eran esos personajes de la oposición a la dictadura, en lugar de aplicar un análisis materialista de la historia, la que prescinde de las personas. Se ha comprobado que Vilar tenía más perspicacia que Sacristán. Las biografías son importantes. Y mucho. Junts acabará siendo un partido formado por machos alfa —que es lo propio de la derecha catalana— que solo luchan por tener el control de nuevo. Han vivido la salida de Junts del Govern, no como una oportunidad para construir una alternativa centrada e independentista, y por tanto rupturista, sino con el dramatismo que Marta Ferrusola expresó en 2003 cuando CiU perdió el gobierno de la Generalitat: “Nos han asaltado en nuestra propia casa”. Estas personas no tienen ningún proyecto alternativo. Por esta razón, unas se lanzan a los brazos del PSC, otras a los de ERC y las de más allá recuperan viejas glorias para sobrevivir. El fracaso del Partido Democrático italiano se debe al mismo fenómeno. Todo lo nuevo, lo que surgió de la lucha independentista, les ha acabado por molestar, por eso han decidido echar a patadas a la gente nueva. El electorado emitirá su veredicto, no lo duden. Vayamos al tema de la vasquitis, que representa un cáncer para la política catalana, tanto si la influencia es del PNV como de EH Bildu, ya que según cómo se mire, es aún peor, puesto que los de Otegi son los instigadores del giro de Esquerra.

Ortuzar, que en 2014 viajó a Escocia para observar el referéndum escocés, pero que el 1-O se quedó en su casa, para no irritar a los de Neguri y a los de Madrid, aprovechó su estancia en Barcelona para visitar el refugio de sus amigos de la extinguida Unió Democràtica de Catalunya (UDC), Foment del Treball. Al fin y al cabo, todos ellos son democristianos. La fotografía de la reunión mantenida en Foment es muy elocuente. Además de Ortuzar y Sánchez Llibre, también participaron en esa reunión Joseba Aurrekoetxea, miembro del EBB, así como el secretario general de Foment, David Tornos, que es la pimienta de la salsa. A su lado estaban el jefe de gabinete de la Presidència, el exdiputado de UDC Jordi Casas, y el director responsable de Relacions Institucionals, el también exdiputado de UDC Benet Maimí. Una foto en tonos sepia como la lista electoral que está preparando Xavier Trias para combatir a Ada Colau. Es sorprendente que ningún representante de alto rango de Esquerra asistiera a la charla del dirigente vasco, que se anunció con el título “Un horizonte posible para el reconocimiento nacional de Cataluña y Euskadi”, teniendo en cuenta la política que defiende el partido. No entro en el tema de la charla. Ahora bien, me parece bastante ridículo que un vasco nos venga a explicar a los catalanes que hicimos un nuevo Estatuto, que lo votamos y que después el Estado lo desnaturalizó, las virtudes de la vía de reforma del Estatuto —y, por lo tanto, del Estado— para el reconocimiento “nacional” de Catalunya. Si el establishment sostiene que el anhelo de independencia es un pensamiento mágico, quizás deberían empezar por reconocer que la propuesta de Ortuzar es, sencillamente, un nuevo fraude del régimen del 78. Metadona para drogodependientes.