Sé que hoy no es un buen día para hablar de trenes, porque hay aniversarios que ojalá no se tuvieran que conmemorar nunca, pero no lo he podido evitar. Acabo de leer que el gobierno del PSOE ha firmado el traspaso de las cercanías al gobierno del País Vasco y me he obligado a dejar a un lado la indignación para no perder de vista la razón. Rodalies Renfe es una de las pesadillas de mi vida, cosa insignificante si no fuera porque es la misma pesadilla de miles y miles —en el histórico acumulado, millones— de catalanas y catalanes a los que nos ha amargado y sigue amargando la existencia personal y laboral. Cosa bastante importante para ponerle solución de manera prioritaria; sin necesidad de decir nada sobre el agujero que genera a la economía del país.

En cierta manera, querría que lo que he leído no fuera verdad, no porque no quiera que la ciudadanía vasca no tenga en sus manos esta competencia, no porque sea partidaria de la centralización o recentralización del gobierno de las autonomías, sino porque pasa a ser un ejemplo más de la desigualdad de trato en que estamos instalados en la lógica española del reparto arbitrario y de la cual, encima, nos tenemos que defender los y las catalanas porque la carga de la prueba se aplica a la inversa. Vaya, que mienten o, dicho finamente, que el relato oficial español siempre es justo al revés de lo que dicen los datos, incluso ante evidencias tan flagrantes como esta.

Catalunya es, sin duda, la autonomía peor tratada por el servicio ferroviario público español y alguna intención habrá para que se mantenga la negativa al traspaso y, por lo tanto, que se mantenga el mal trato continuado en la ciudadanía que vive o trabaja en Catalunya.

Catalunya es, sin duda, la autonomía peor tratada por el servicio ferroviario público español y alguna intención habrá para que se mantenga la negativa al traspaso

Las comparativas matan, metafóricamente, pero matan. En el caso del País Vasco, pasan a su ejecutivo la regulación, la planificación, la gestión, la coordinación y la inspección, y, también, las tarifas, los horarios y las frecuencias de los servicios. ¡Vaya, un traspaso de verdad! En Catalunya, el acuerdo cerrado es una empresa supuestamente nueva que se llamará Rodalies Catalunya y que será gestionada de manera compartida y cooperativa por el gobierno central y el gobierno catalán. De traspaso nada de nada; plena tutela estatal, disfrazada de competencia propia.

No entiendo por qué es un sí para una comunidad autónoma, en este caso la vasca, y ha sido reiteradamente un no para la catalana —la demanda es histórica en nuestro caso— y ahora es nada más un medio sí; que en realidad quiere decir un no disfrazado de sí. No sabemos más de negociar, quizás sí, pero hay unas o más variables ocultas. No se puede explicar solo por la primera; tiene que ser algo más allá de las que se explican, quizás no es ni confesable. ¿Se trata, quizás, pura y simplemente, de ejercer una tortura sibilina y compatible con la democracia a la ciudadanía catalana? Debe ser exactamente eso lo que los motiva; quizás se entretienen, divierten y complacen, ¿si no, qué? Realmente, me gustaría mucho saberlo.