Eras una leyenda, al menos para mí. Pero también para muchos otros. Una fuerza de la naturaleza, en todo. Sin medida, en todo. Sin complejos, en nada. El Negre estaba hecho de una pasta diferente. Rompía todos los moldes. Desafiaba las inclemencias del tiempo como si no fuera con él, tanto si corría un viento gélido como si hacía un calor africano se mantenía impertérrito, imperturbable. Con el Negre, Minyons destronó el poder de los grupos tradicionales. Valls y Verds se veían desbordados, superados, atónitos ante las gestas de Minyons que durante unos años hicieron añicos, uno tras otro, todos los registros castellers. Os atrevisteis a profanar la plaça del Blat, aquel día que mientras Joves y Vella actuaban por Santa Úrsula, tú (con la familia malva) protagonizabas el 4d9 limpio en Girona. Todavía recuerdo al Melilla, indicando —entre consternado y resignado— a media actuación en Valls que Minyons había descargado el castell total. Toda la plaza con un palmo de narices. El garrotazo también resonó como un trueno en Vilafranca del Penedès. Puedo dar fe, hizo daño, a unos y otros, como una patada en el hígado. No se daban cuenta de que los estabais espoleando a superar todo aquello que el vallense Bartolí pronosticaba como imposible.

Cada vez que el Negre venía a Canal Blau de Vilanova —hacíamos un programa casteller con los muchachos Marcel·lí Ferrer y Ton Manyer— nos hacía sufrir. Por su ímpetu, por su contagiosa desmesura y entusiasmo, por un atrevimiento tan descarado que cautivaba. Solo por la cena y la sobremesa ya valía la pena hacer venir al Negre, lo esperábamos ilusionados. Por la faceta republicana compartíamos con el Negre algunos amigos. El Muto, en primer lugar. También Isaac Albert y Cesc Poch. Todos ellos le profesaban una sentida admiración. Y hablaban del Negre como de un mito, un coloso, de un tipo entrañable. La leyenda lo precedía. Para todo. Era el homenot —plagiando a Pla— que había abierto las puertas del cielo con Minyons. Pero que dotado de una sagacidad estratégica innata, dibujaba planes de futuro para los republicanos. Era un todoterreno, un tío alegre, de conversación profunda, franca, y directa. Polemista, audaz y seductor, sin pelos en la lengua.

Ahora, la Colla le tributará un merecido reconocimiento (aunque no sea en vida), en Terrassa, la ciudad que con la que el Negre desbancó la hegemonía castellera, la ciudad que de la nada lideró y propició una auténtica revolución castellera, derribando el techo casteller. Emulando la edad de oro de los castells y más.

Hay gente que pasa por la vida sin más. O es de recuerdo efímero. Hay que dejan huella. Y después hay personajes singulares como el Negre, insólitos e irrepetibles.

Tu recuerdo y tu energía acompañarán siempre todos aquellos proyectos de vida que compartiste con tanta y tan diversa gente. Descansa en paz, aunque allí donde estés no dejarás a nadie indiferente.