La realidad electoral va en una nave que envía imágenes desde Plutón en streaming y la ley electoral va en diligencia. Cinco pequeños ejemplos:

1) Desde el martes, en España está prohibido publicar encuestas. Y hacerlo es delito. Eso no quiere decir que no se puedan hacer, porque se hacen. Y no una. Ni dos. Lo que no se puede hacer es difundirlas públicamente. Pero resulta que El Periódico tiene una edición en Andorra. Y Andorra no es España. Y yo desde el sofá de casa, allí con la mantita, puedo entrar en la web y mirar las encuestas que van publicando cada día. O puedo ir a un quiosco y comprar un ejemplar del diario. Y puedo enviar los resultados de las encuestas a un amigo. O a 53 amigos. O a 906 amigos. Pero no las puedo colgar en un medio de comunicación. Surrealismo puro.

Bueno, o también puede pasar que haya alguien, como la gente de Electograph, que cuelgue en Twitter los precios de las frutas y las verduras en Andorra...

Electograph

Fíjese qué cosas pasan, ¿verdad? El mundo de la hortaliza y de la fruta ha previsto colores para todas las opciones. Bueno, menos en el caso del azul. Pero entonces existe el agua, sin la cual no hay vida. Y a partir de aquí la gente suma frutas con verduras, a ver qué batido acaba saliendo y con qué sabor...

Encuestas

Sí, porque la única cosa cierta es que el domingo por la noche, el batido de sabores será la bebida de moda. A no ser que la gente que todavía no tiene decidido qué fruta acabará escogiendo, que parece ser que son unos cuantos, opte claramente por una opción que aclare el panorama del mercado.

En un mundo global, ¿tiene sentido poner fronteras a las encuestas?

2) En los medios públicos, los debates se hacen en función de la representación parlamentaria de los partidos. Y resulta que en el debate de TV3 y Catalunya Ràdio participó Ciutadans, que no tiene un solo diputado en el Congreso. En cambio, no participó UPyD que sí que tiene. Pero es que UPyD, aquella vez sí, fue al debate de las elecciones europeas (todavía recordamos a la famosa señora upeidé quien, por cierto, ahora es eurodiputada de Ciutadans). ¿Cuál es el criterio? ¿Las encuestas? Pues entonces cambiamos la ley, porque si no la tenemos que utilizar o la usamos a conveniencia, ¿qué sentido tiene?

3) El sábado antes de las elecciones hay una cosa a la que llaman la jornada de reflexión, un invento anacrónico tan absurdo como comer sopa con tenedor. La jornada de reflexión es un día donde está prohibido hacer publicidad de ningún partido ni pedir el voto, pero en la calle siempre ha habido carteles colgados de los árboles y pancartas que van de farola a farola. No los sacan todos para no incidir en la jornada de reflexión, ¿verdad?. Bien, pues en el mundo de Twitter y Facebook, intentar que no circule información, es broma, ¿verdad? ¿Qué lógica tiene la jornada de reflexión, una cosa tan antigua y pasada de moda como la piña al kirsch?

4) Que vía internet yo pueda hacer una transferencia o pagar una factura mientras estoy pescando bacalao en el Polo Norte y que para votar tenga que pedir un sobre, que me lo tengan que enviar, que tenga que llenarlo, volver a enviarlo y no-sé-cuántas-cosas-más es tan inútil como intentar flamear con una vitrocerámica. ¿Por qué a través de un teléfono yo puedo comprar y vender cosas o hacer movimientos en mi cuenta y no puedo votar? Ridículo.

5) Y el domingo, unas cuantas empresas harán encuestas a pie de urna. Pero no las podrán hacer públicas hasta las 20 horas, momento de cierre de los colegios electorales. Lo dice la ley. Ahora bien, durante el día todos iremos recibiendo en el móvil encuestas hechas a pie de urna. Y en Twitter se colgarán 4.200 (o más). Nuevamente, la ley desbordada por la realidad.

¿Estoy diciendo que vulneremos la legalidad? Nooor. ¿Estoy diciendo que tiene que haber barra libre para todo el mundo? Tampoco. Lo que digo es que en la vida pasan cosas y que la ley tiene que adaptarse a la vida que se va moviendo, porque si no, la ley deja de ser útil. Y una ley inútil es el peor favor que podemos hacerle al Estado de derecho que, pobrecito, ya sufre lo suficiente.