Un día de furia (Falling Down) es una película de Joel Schumacher estrenada en el año postolímpico que habla de la tensión y la frustración que genera a muchas personas la vida moderna en las grandes ciudades. En el caso del protagonista del film, interpretado por Michael Douglas, la respuesta es la violencia. Todo arranca con un atasco de tráfico, en un día de un calor asfixiante y los altos precios que encuentra en una tienda.

La imagen de Michael Douglas sudado en la autopista de Los Ángeles me viene a la cabeza de manera recurrente este verano. Alguien, de hecho, ha subido el termostato de la calefacción, a pesar de la tregua de estos días. Algo que, además de furia, ha provocado muertes en Catalunya y en todas partes. Y ahora se añade que podemos quedar cocidos al baño maría, porque la temperatura del Mediterráneo bate récords, con olas de calor marinas excepcionales por su intensidad y duración, especialmente en el mar Balear, que ya lleva tres olas de calor en 2022, como habrá notado cualquier turista avispado que se haya bañado en las aguas de Mallorca, Menorca y las Pitiüses. En las Islas, el agua ha superado los 28 grados, cuando la media es de 25. Es como bañarte en un caldo. Y todo esto provocará que la fauna y la flora que hemos tenido hasta ahora vayan desapareciendo y vengan especies de aguas más cálidas. Y, por cierto, existe otro fenómeno que se mantiene en el paraíso que va camino de dejar de serlo para convertirse en un horno lleno de medusas: en menos de 24 horas han llegado a las islas Balears seis barcazas con 102 inmigrantes, un fenómeno que cada vez está más relacionado con el cambio climático.

En las Islas, el agua ha superado los 28 grados, cuando la media es de 25. Es como bañarte en un caldo. Y todo esto provocará que la fauna y la flora que hemos tenido hasta ahora vayan desapareciendo y vengan especies de aguas más cálidas

Mientras nos hervimos y anuncian más calor, veranos más largos, más sequía y más incendios, aparecen Vox y Jorge Fernández Díaz a negar la evidencia. Menos mal que hay gente como Josep Pascual que, desde hace casi 50 años, toma la temperatura del agua del mar en L’Estartit, una milla mar adentro, cerca de las Medes. Una información crucial, clave para los estudios climáticos, que no le hacen tener ninguna duda del cambio climático, especialmente por el aumento del nivel del mar. O suerte que hay gente como Marc Castellnou, experto mundial de referencia en la lucha contra los incendios forestales. A ellos son a quienes deberíamos hacer más caso y dar más voz.

29 años después de la película de Michael Douglas no estamos mejor. Estamos peor. También en Catalunya. Todo arranca de un atasco de tráfico (como los que hemos vivido en la AP7), en un día de un calor asfixiante (como las olas que hemos vivido), y se añaden los altos precios que encuentra en una tienda (llámale inflación).

Imagínese si son peligrosos los fascistas, que ni ante la evidencia admiten la realidad. Un diputado en el Congreso, José Contreras, llegó a decir que, si se calienta un poco el planeta, se evitarán las muertes por frío. Y eso que incluso el primo científico de Rajoy debe empezar a pensar que lo del cambio climático no es invento de cuatro peludos de Podemos.