Lo primero que se debe señalar es que las elecciones catalanas han dejado un mapa complejo de administrar, algo que, por otro lado, tampoco debería sorprendernos ya que de una parte a esta se ha venido produciendo elección tras elección. Es cierto que las fuerzas independentistas tienen una mayoría clara en el Parlament, circunstancia que nunca se había producido en la Cámara catalana. Y que, de acuerdo con su compromiso hecho público antes de las elecciones, pueden poner en marcha su hoja de ruta, ya que los ciudadanos así lo han validado en las urnas. Pero ese balance provisional tiene dos peros: la suma de los votos de la candidatura ganadora Junts pel Sí y la CUP se queda alguna décima por debajo del 48% (las fuerzas unionistas, si sumamos a Catalunya Sí que es Pot, se enfilan al 50,5%) y la lista conjunta de Raül Romeva, Artur Mas y Oriol Junqueras ha quedado en la banda baja de las expectativas. A eso hay que añadir un tema no menor: el baile del diputado 63, un parlamentario clave para JxSí. Anoche no lo tenía y si no lo consigue en el voto por correo serán los partidos unionistas los que sumarán 63 escaños y dejaría la elección del president de la Generalitat en manos de la CUP, cuyos diputados no se podrían abstener.

Los diez escaños de la fuerza política encabezada por Antonio Baños le otorgan un inesperado papel en el Parlament que le va a obligar a tomar decisiones nada fáciles. Es una incógnita su capacidad de acuerdos con Junts pel Sí, aunque Baños ha demostrado una buena cintura política durante la campaña.

El bando unionista tiene dos vencedores: Ciudadanos y el PSC. El partido de Albert Rivera se convierte en el primer partido de la oposición, con 25 escaños, más que doblando los 9 del año 2012. Es el premio a una campaña inteligente que ha sabido aglutinar descontentos del PSC, del PP, no independentistas de CDC y el voto que se esperaba pudiera ir a Unió. Rivera ha sido el voto útil de este espacio y, de paso, ha destrozado al Partido Popular. El PSC de Miquel Iceta puede sacar pecho ya que ha conseguido salvar los muebles. Es su peor resultado de la historia, 16 escaños, pero con unas encuestas mucho peores su retroceso respecto a 2012 ha sido de 4 escaños. Iceta tiene buena parte del mérito y tiene el camino despejado para seguir liderando el socialismo catalán.

Y vayamos a los tres grandes perdedores de la noche electoral. El Partido Popular, Catalunya Sí que es Pot y Unió Democràtica. El partido de Mariano Rajoy se ha hundido en Catalunya de una manera estrepitosa, algo que la formación conservadora debería leer con detenimiento, sobre todo por su condición de partido que gobierna en España. Pablo Iglesias sale también con plomo en las alas de las elecciones catalanas. El resultado de CSQP es de tan solo 11 escaños, dos menos de los obtenidos por ICV en 2012. Iglesias pierde claramente su pulso con Rivera y ha demostrado durante la campaña un preocupante desconocimiento de la personalidad de Catalunya. El recuento de perdedores acaba con Unió, que ha perdido su representación en el Parlament. Un mazazo que costará superar a los democristianos, que deberán plantearse su futuro político a partir de ahora.

A partir de hoy, se inicia una negociación compleja entre Junts pel Sí y la CUP que deberá incluir una hoja de ruta renovada y el apoyo a Artur Mas para la presidencia de la Generalitat. Mientras, Mas, Romeva y Junqueras deberán abordar la composición de un gobierno que tendrá que tener necesariamente un perfil mucho más social.