La única novedad de este 1 de Mayo ha sido la lluvia. Una lluvia que, aunque no ha arruinado las manifestaciones previstas, ha sido noticia porque este fin de semana no se ha quedado en un mero anuncio, sino que ha mojado, por fin, una parte importante de Catalunya. La lucha de la clase trabajadora supuestamente se explicita más que nunca este día, pero yo la veo de hace tanto tiempo tan aguada de no sé si todavía es lucha; tampoco sé qué tiene de clase trabajadora y, menos todavía, cómo de efectiva es en manos de los sindicatos.

Ciertamente, no se puede evaluar —o no solo—, la pertenencia de una lucha o de una manera de presentar la batalla por sus resultados, pero, en todo caso, cuando estos son tan escasos, algún tipo de replanteamiento se tendría que hacer. A no ser, claro está que lo que se busque sea acomodarse en el sistema y no cambiarlo. En eso el papel de los sindicatos tendría que ser clave y, a pesar de los éxitos de los cuales ayer hablaban sus líderes, a mí me cuesta hablar de avances significativos en acortar distancias y privilegios entre clases sociales.

La clase trabajadora somos, a día que pasa, más pobres y tenemos menos oportunidades, comparativamente hablando, y esta es una tendencia que no parece en absoluto que la acción política —ni la sindical ni la de los partidos de izquierdas— ayude a revertir, ni siquiera a disminuir. Ciertamente, lo único que se constata es la pérdida de derechos de todo tipo que acaba repercutiendo en que las dos grandes reivindicaciones tradicionales, salario y jornada, se hagan perpetuas e inalcanzables.

La clase trabajadora somos, a día que pasa, más pobres y tenemos menos oportunidades, comparativamente hablando, y esta es una tendencia que no parece en absoluto que la acción política —ni la sindical ni la de los partidos de izquierdas— ayude a revertir, ni siquiera a disminuir

Si no es una crisis es otra, porque el problema es de fondo: la polarización del enriquecimiento, la no distribución equitativa de ganancias y pérdidas vierte a la pobreza, sí o sí, la clase trabajadora. Una pobreza que no es una cuestión solo de salario sino también de tiempo, de hecho, la explotación del tiempo ha sido un recurso recurrente para que los trabajadores y trabajadoras pudieran alcanzar o un salario supuestamente digno o, sencillamente, para poder vivir y no solo poder sobrevivir.

Desde esta perspectiva, la reivindicación de más salario y menos tiempo de trabajo es tan vieja como sigue siendo fundamental en la lucha del 1 de Mayo; pero necesita muchas más voces para pasar a ser central. No es lo mismo reivindicar el salario y el derecho al tiempo por separado que hacerlo junto, cuando menos para la lucha obrera, y no tengo claro que se tenga conciencia de la importancia de esta unión.

Precisamente el día 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, se tendría que aprovechar para sacar pecho de la importancia de ser punteros y abanderados al hacer una Ley de los Usos del Tiempo integral que blindara nuevos derechos laborales como se hizo cuando se adoptó —España fue el primer Estado en introducirla—, la semana laboral de 8 horas.