Xavier Trias no será alcalde. Sería un milagro que el antiguo alcalde de Barcelona por CiU recuperara la vara de mando con un partido que no se sabe cuál es, dado que reniega de Junts, o cuando menos de aquella coalición de personas que hicieron nacer a Junts con Puigdemont. En 2017, Junts era un movimiento plural ideológicamente, mucho más parecido a la Convergència de 1974, o a la Casa Gran del Catalanisme, que al Junts que ahora les está quedando al tándem Turull/Rull y sus adláteres. “Quien pierde sus orígenes, pierde su identidad”, como cantaba Raimon. Los orígenes de Junts no son ni CDC, ni el PDeCAT. Se relacionan con la aplicación del 155, el exilio de Puigdemont, y con la voluntad de muchas personas de enfrentarse a la represión a través de las urnas. Sin la presencia de estas personas, procedentes del PSUC, del PSC y de ERC, la segunda posición de Junts el 27-D no habría sido posible. Ningún sector de la coalición Junts puede atribuirse la victoria relativa, porque se midió por el hecho de quedar por delante de ERC. El inconveniente de Junts es que no consiguió ser el primer partido del país y que Puigdemont renunció a enterrar definitivamente al PDeCAT después de aquellas elecciones. El trayecto posterior es la historia de una frustración, incluyendo la tomadura de pelo que fue montar y desmontar la Crida por exigencias de personajes como Xavier Trias. La victoria relativa de Junts en las elecciones de 2017 corresponde a todos los sectores de la coalición y, sobre todo, al liderazgo de Carles Puigdemont. Trias no se parece en nada a Puigdemont. Por el contrario, forma parte de aquellos sectores que siempre han mostrado recelo hacia la apuesta independentista de Junts. Se adaptó como Andreu Mas-Colell, quien ahora dice en voz alta lo que siempre ha pensado en voz baja. Trias también se creyó la mentira que en 2015 perdió la alcaldía debido a las veleidades excesivamente soberanistas de su partido. Las perdió por diversas razones; en primer lugar, porque no supo hacer política y no negoció adecuadamente su posible continuidad en el cargo con el respaldo del PSC. En aquel entonces se podía llegar a un acuerdo con los socialistas, pero no en este momento, cuando el PSOE ya ha demostrado que, si quieres implementar tu programa electoral y luchar de verdad por la independencia, votará con la derecha española para acabar con la autonomía y perseguir y encarcelar a los líderes de los partidos independentistas.

Esto es el pasado. ¿Por qué estoy seguro de que Trias no será alcalde? La razón es muy simple. No tendrá suficientes apoyos para ser elegido. Si nos fiamos de las encuestas más recientes, su candidatura “personalista” obtendrá un máximo de 11 concejales. ¿Con qué partido se aliará Trias para sumar los diez escaños que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta? Si la segunda posición la ocupa Ada Colau, está claro que la actual alcaldesa seguirá en el cargo, porque el PSC y ERC no se atreverán a dar su apoyo a Trias. El PSOE necesita a Unidas Podemos en España y no va a correr el riesgo de violentar a los lilas desposeyendo a Colau. Esquerra tampoco prestará ningún tipo de apoyo a Trias. Los republicanos llevan años trabajando para “liquidar” lo que este hombre representa. Una estrategia que se ve reforzada por la alianza de ERC con la izquierda española. Una alianza que es tan suicida como la de Companys con el PSOE en 1934 y que, como ya advertía Josep Tarradellas cuando era secretario general de ERC, ha sido uno de los grandes males de la izquierda catalana. Además, la mayoría independentista del 52 % no existe hoy en día. No lo digo yo. Lo ha anunciado el president Aragonès al dar por terminado el pacto que le dio la presidencia de la Generalitat a él y a Laura Borràs la del Parlament. Esta fractura durará muchos años, aunque nos resulte doloroso aceptarlo. Ni siquiera en el caso de que Junts obtuviera el primer puesto y ERC ocupara el segundo lugar, Trias sería alcalde. Para que Ernest Maragall pudiera ser investido alcalde, ERC buscaría el respaldo de un nuevo tripartito, similar al que acaba de aprobar los presupuestos de la Generalitat, así como también los del Ayuntamiento de Barcelona. Que este buen hombre pueda aguantar toda la legislatura, ya se verá. El efecto Trias se produce como consecuencia de la propaganda anti-Colau que difunden los medios de comunicación del establishment y los despachos de quienes, a través de Manuel Valls, le dieron la alcaldía a Colau para noquear a ERC, que entonces blandía el fatídico “tenemos prisa” con un entusiasmo desbordado. Con esto no basta, señor Trias. Todo lo que Junts pueda ganar por la “derecha” y la “gente de bien”, lo perderá por el flanco independentista. Ya no vivimos en los tiempos en que las razones para votar a un partido u otro no siempre tenían que ver con la ideología o las perspectivas estratégicas.

Es por eso por lo que Ernest Maragall sale hoy como perdedor y Trias se queda a medio camino. Isabel Garcia-Pagan ha recordado a los “convergentes reborn” que el eterno retorno del 3 % —con los registros a sedes de Ambulancias Egara, en la Terrassa de Josep Rull— debería hacer reflexionar a Trias sobre qué discurso es el más adecuado para preservar el capital electoral que hasta ahora tenía Junts. Trias tiene muy difícil conseguir que le elijan alcalde, pero él mismo se está construyendo una muralla con el sector independentista. Quizás si fuera más flexible, más empático con los que hasta ahora han seguido a Puigdemont, podría forzarles a que se posicionaran a su favor y lo votaran tapándose la nariz. Las “tietes” convergentes, el estereotipo de votante que sueña recuperar Trias, ya no son lo que eran antes. Las “tietes” son abuelas, como el mismo Trias, y son más independentistas que él. Si Trias desea ganar, si desea tener alguna posibilidad de ser alcalde, debería trabajar para obtener votos entre los jóvenes y los votantes de mediana edad que se abstuvieron en las elecciones autonómicas de 2021. Para animarlos y convencerlos de que lo voten, no es suficiente con el discurso anti-Colau de un “señor de Barcelona” o con sacar a pasear a Jordi Pujol y Artur Mas. Para estas personas, el referente sigue siendo Carles Puigdemont, “nuestro presidente”, y exigen que el alcalde de Barcelona se comporte como el abanderado de los que aspiran a convertir el cap i casal de Catalunya en la capital de un país independiente. Capital de provincia lo es ya.

El centroizquierda ha gobernado Barcelona desde 1979. Únicamente durante el breve periodo en que Trias fue alcalde, de 2011 a 2015, el centroderecha consiguió gobernar Barcelona. No recuerdo ninguna iniciativa emblemática de aquel periodo, salvo que Trias se hundió donde el último alcalde socialista, Jordi Hereu, también había naufragado. Con la reforma de la Diagonal. Por otro lado, fue él —o su teniente de alcalde de Urbanismo, Antoni Vives, el que acabó en los juzgados por una contratación ilegal— el primero en plantear la implantación de supermanzanas en el Poblenou y en Hostafrancs, que debían servir de prueba para ver si se podían replicar en otras cinco zonas de la ciudad. La intención de Vives era dotar a las supermanzanas de toque smart city y que los “barrios vivieran a velocidad humana”. Cada uno lo enfoca de forma distinta, pero el resultado es el mismo. Colau está convirtiendo Barcelona en un inmenso yacimiento arqueológico, con la ciudad patas arriba, y está desfigurando el Plan Cerdà con la total complicidad del PSC, partido con el que ha gobernado desde el primer día, pero la decadencia de Barcelona es muy anterior. Trias no será alcalde porque, para ello, necesitaría alcanzar los 21 concejales y gobernar en solitario, sin depender de nadie. Esto no ocurrirá. Sinceramente, tampoco creo que fuera conveniente. Con el paso del tiempo, se han ido disipando las expectativas que generó Trias cuando anunció que tomaría el relevo de Elsa Artadi. Tener como único objetivo del programa echar a Colau es decepcionante. Entre un autonomista de derechas y un autonomista de izquierdas, ¿quién tiene más posibilidades en una ciudad que es sociológicamente de centroizquierda? Ni sus amigos del Tenis Barcelona, ni el centenar de entidades económicas y sociales de Barcelona que el pasado viernes presentaron un extenso documento de setenta y cuatro páginas con el que pretenden establecer las bases de una ciudad diferente después de las próximas elecciones serán capaces de hacer ganar a Trias. Las políticas municipales no deberían estar sujetas a los intereses de los grupos de presión. El resultado de las elecciones en Barcelona se decide en los barrios populares.