El universo juntaire se ha entregado en cuerpo y alma a Xavier Trias, una candidatura balsámica ante las escasas expectatives electorales de Junts en la capital catalana. Todos los sondeos y barómetros apuntaban una castaña épica del nosurrendismo que con un tipo simpático como Trias esperan darle la vuelta.

Trias estudió Medicina, como Pujol. O como Joan Clos, alcalde que lo precedió. También fue alcalde de Barcelona el célebre y venerado Dr. Robert. Por médicos, no será. ¿Y cuál es la terapia que propone Trias para levantar el pésimo resultado de su predecesora Elsa Artadi en 2019?

Porque el caso es que la juntaire Artadi —ahora en Foment del Treball— redujo a la mitad los concejales del convergente Trias en 2015. De 10 a 5, una debacle en toda regla. Récord histórico. ¡No surrender!

Trias, para remontar, propone a Trias con la fórmula ancestral. Convergente de piedra picada. Y orgulloso de reivindicarse ante la insólita amnesia de tantos otros que hacen como si su paso por Convergència no se hubiera producido nunca. O que incluso esconden esta parte de su biografía, como si la quisieran borrar o se avergonzaran, que, de hecho, es lo que pasó cuando renunciaron al nombre mutante de CDC a PDCAT y después a Junts con estropicio de por medio.

La primera exigencia de Trias es que hará una candidatura personalista, la suya, con Munté, Martí y Calvet, entre otros, más convergentes que el moño de la Ferrussola. Los Cuevillas y compañía, cuanto más lejos, mejor. Para los rivales habría sido excelso ver a Cuevillas al frente; habría superado el registro de Artadi, por debajo.

Trias, para remontar, propone a Trias con la fórmula ancestral. Convergente de piedra picada. Y orgulloso de reivindicarse ante la insólita amnesia de tantos otros que hacen ver como si su paso por Convergència no se hubiera producido nunca

Trias no era partidario de dejar el Gobierno Aragonès. De hecho, le parecía una tontería. Y no tiene ningún problema con la sociovergencia en la Diba. Bien, los otros tampoco, pero a ratos hacen la comedia de que sí. Cabe decir que su segunda será la diputada provincial Munté que convive armoniosamente con la presidenta Núria Marín, más socialista que el Guerra.

Trias habla abiertamente de ensanchar la base, aunque él dice 'ensanchar la gente'. Una expresión reprobada por el nosurrendismo que predica la patada (¿o el batacazo?) adelante.

Trias es una persona juiciosa, agradable, ponderada y con vocación de mayorías. Nada que ver con la grosería y crispación al uso del no surrender.

A Trias, esto del independentismo nítido le resbala fuerte. Ni siquiera se define como un indepe stricto sensu. Él mismo pone como ejemplo el concierto económico vasco como una vía que le permitiría estar cómodo en España.

Trias es honesto y no esconde que, si se tiene que gobernar con Collboni, se gobierna, aunque no hace ascos a Maragall. Solo  le cierra la puerta a Colau. Los otros hacen aquello de cruz y raya a los 'carceleros del 155' para después pactar con ellos frenéticamente. El Consejo de Puigdemont ya dejó claro que con los socialistas se puede pactar tanto como haga falta. Ellos, sí. Y si es para joder a los republicanos, más y mejor, de acuerdo con el libro de estilo y manual de resistencia y guía del Legítimo.

La paradoja no puede ser más evidente y chocante. Para salvar los muebles se han tirado a manos de un hombre entrañable, tan venerable como Ernest Maragall, que enmienda a la práctica y a la totalidad la guía patriótica del universo juntaire y todas sus estridencias.