A veces, tengo la tentación de decir: "Eso es blanco". O bien: "Eso es negro". Y tan pronto lo he dicho querría volver atrás, como cuando acabas de hacer el amor y sientes nostalgia de tu cuerpo inteligente. Las relaciones fálicas con la verdad en el fondo son fruto de la debilidad o de la urgencia. Las relaciones con las ideas, como las relaciones con las personas y con el mundo, e incluso con uno mismo, son un problema de distancia más que de penetración.

Quizás no hay una distancia perfecta con cada cosa, pero sí que hay una distancia ideal para todo en cada momento. Nada se puede dar ni poseer pero todo se puede coger y traducir. La inteligencia, si no sirve para traducir libremente aquello que aparece libremente delante tuyo, no sirve para nada. Por eso, como más quieres controlar el mundo más pesado se vuelve el vacío, y como más dejas que el mundo pase delante tuyo, más posibilitados tienes de acabar transformándolo de una manera vital y creativa.

Toda la alegría de vivir se reduce a un problema de saber traducir bien aquello que de entrada no te encaja o ves de una manera demasiado clara y maníquea. A veces, para traducir con gracia, hay que salir a pacer unos días. A veces hay que dejar que las cosas grandes se alejen para volver a descubrir los matices de las más pequeñas y concretas. A la larga, sale más a cuenta esforzarse en traducir el mundo que te pasa por delante que insistir en dar a otros aquello que no se puede dar ni recibir.

Es traduciendo aquello que viene de a menos que se ensancha tu mundo y el de los otros con las formas sorprendentes que se pueden llegar a dar al absurdo. La belleza no la puedes imitar ni poseer. La belleza se posee libremente a sí misma y te invita a mirarte en el reflejo de su luz. Cada uno necesita su tiempo y su espacio y, como más alta es la ambición, más fuerza interior hace falta para dominar los abismos del poder y de la libertad que te acaban chupando el alma, cuando se descontrolan.

Traducir es aprender a destilar la sonrisa eterna de cada cosa, es aprender a mantener la proporción justo en medio de la tormenta; es tener mucha paciencia y trabajar un rato más cuando tienes ganas de terminar y crees que tanto da un minuto más o menos.