Quiero creer que no se debe a la sequía informativa de todos los veranos, pero desde que la consellera de Igualdad y Feminismos, Tània Verge, se dirigió con un "totis" (todes) a las entidades convocantes del día del Orgullo, los diarios se hacen eco de la polémica de los géneros desde la perspectiva de la lingüística, muy especialmente en el ámbito del catalán.

Sabemos que la lengua la hacen sus hablantes y que los usos y formas que usan están determinados social e históricamente. Toda lengua refleja una cosmovisión y la nuestra habla de una sociedad genéricamente marcada desde el patriarcado. Suponerle neutralidad sólo puede ser signo de mala fe científica. La lingüística es fundamentalmente una ciencia descriptiva y no prescriptiva de lo que tiene que ser lo real; pero ¡eso no excluye que pueda ser (o tenga que ser) crítica con determinados usos consagrados por la tradición, y no sólo con las innovaciones que propongan algunos colectivos de hablantes, por mucho que rompan con aquella tradición (¡o quizás por eso!).

El feminismo, con su lucha constante y nunca acabada, destapó hace tiempo que el uso del tradicional masculino como universal -por ej. "los hombres" para referirse a la humanidad o "los médicos y los maestros" para referirse a colectivos que, además, están feminizados- ha implicado históricamente la disolución de las mujeres del ámbito público. Lingüísticamente, un primer recurso controvertido fue el uso de las fórmulas binarias -"hombres y mujeres, los y las..." por todas partes, sin embargo consideradas entorpecedoras de la fluidez del discurso (¡que no de los géneros!) por los cientifistas defensores del universal masculino. De manera más radical, digamos cupero style, se ha optado por usar el femenino como término universal; entonces se le ha acusado de "dictadura del feminariado" (Pau Vidal, en Vilaweb, 15/7) cuando la institución o el colectivo lo practica sin contar con el visto bueno del autor o el consenso de "todos y todas" (que irónicamente no sabe si calificar de "totitotisme" o "totsitotitis"). Es cierto que la feminización "por ovarios" puede ser una estrategia radical (y desconsiderada con el autor) a la hora de forzar la esencia de la tradición, pero al final se trataría de universalizar un género tan marcado como el masculino pretendidamente neutral.

A pesar de eso, cuando estos intentos de adecuar la lengua a la realidad de las hablantes parecían ya bastante aceptados, aparece una nueva grieta en la polémica veraniega a propósito del 'totis' o no 'totis' para referirse a las personas y colectivos no binarios (LGTBIAQ+) que reclaman su sitio en el mundo y en la lengua que les habla. De aquí que la cuestión vuelva a poner el acento en cómo visibilizarlos, no discriminarlos y humanizarlos desde el reconocimiento lingüístico.

Hace unos cuantos días, Bernat Dedéu ironizaba también sobre el neutro de la consellera como una manera inteligente y hasta ahora nunca ensayada de ampliar la base y conseguir una república catalana de los "cuántos más mejor (La república será de totes o no será" ElNacional.cat, 30/6). En el mismo sentido, la reconocida lingüista Carme Junyent entraba en la polémica y criticaba este "desenfreno del género" inclusivo: porque crea confusión, no responde a un uso mayoritario de los hablantes y, lo que es peor, es un intento de imposición de los políticos que manipulan la lengua porque no pueden cambiar ni mejorar las condiciones de vida de sus hablantes. ("El totis: una barrera contra la inclusió": Vilaweb, 20/7 y la polémica continúa con uno otra réplica suya a las críticas recibidas: "Postil·la", 28/7). Tienen razón cuando denuncian que los cambios reales se tienen que propiciar "desde abajo", desde las prácticas sociales y políticas de todo tipo (económicas, legislativas, culturales, sexuales...)., pero creo que la lengua también tiene algo que decir "desde arriba", porque refleja una estructura ideológica de dominación patriarcal que se tiene que poder criticar y, en la medida en que pueda, la lingüística tiene que colaborar a acabar con esta discriminación. Si atendemos al carácter performativo de la lengua, aquello que hablamos configura un mundo y una manera de comprenderlo. Por eso es tan importante qué decimos y cómo lo hacemos, porque hará posible (o no) una mejor manera de vivir. Quizás vale la pena que ahora, que estamos en verano y tenemos tiempo, todos, todas y todes pensemos un poco con calma.