Cuando se quiere conocer el nivel de bienestar de la población suelen mirarse varios indicadores: condiciones de vida, salud, educación, seguridad, etc. Se podría añadir uno: la música. Aquella que influye en nuestro estado de ánimo, la que ayuda a marcar también la vitalidad y los valores de un país. Si hablamos de música catalana tenemos que hablar de Enderrock, revista que nació justo ahora hace 30 años y sin la cual no se entendería la progresión y visibilización de este sector nuestro, que sí: es un oficio, más allá de que también pueda ser ocio, y que por lo tanto también requiere ser dignificado para que la precariedad laboral empiece a desaparecer o, por lo menos, a reducirse.

Además de los 30 años de revista —con cerca de 350 números publicados— el grupo Enderrock ha celebrado hace poco el 25.º aniversario de los premios que llevan el mismo nombre y que se han convertido, también, los premios de la música catalana. En ausencia de una propuesta institucional firme, la iniciativa privada de Lluís Gendrau y su equipo (Helena Morén, Quim Vilarnau, Jordi Novell, etc.) se ha convertido en servicio público. Son efemérides muy destacables porque mantener un proyecto vivo durante tanto tiempo no es nada fácil, ni tuvieron que ser sencillos los inicios hace décadas. Por lo tanto, la enhorabuena.

El dúo formado por Anna Andreu y Marina Arrufat y el cantautor Xarim Aresté son de los premiados con más talento de la gala Enderrock

De la gala del pasado 9 de marzo —renovada y más corta— extraemos que las mujeres ya no son moda sino normalidad, con mayoría de premiadas. Ya no es excepción sino norma, con flequillos, si queréis, pero la tendencia va hacia el buen camino. Desde la platea del Auditorio de Girona pudimos ver que en determinadas categorías hay una considerable diferencia (difícil de entender) entre los galardones que otorga la crítica y los de la votación popular. Así, mientras los expertos consideraban que el mejor disco de canción de autor era para La mida, de las talentosas Anna Andreu y Marina Arrufat, el público escogía Ni llum ni lluna, de Julieta. Con respecto al mejor disco de pop-rock, el flixanco Xarim Aresté se llevaba el reconocimiento de la crítica por el fantástico Ses entranyes, mientras que en el apartado de votación popular se lo llevaban Els Catarres por Diamants.

La noche dejó dos Enderrocks de carácter especial: a la trayectoria, para la gran Marina Rossell, y el de honor para los Esquirols. Justamente estos dos artistas, los más consagrados y de más edad, serían los únicos al pronunciar discursos con un evidente tono reivindicativo: la cantautora del Penedès haciendo un clamor rotundo por el no a la guerra (que el año pasado ya intentó al final de su actuación mientras le bajaban el telón con prisa) y el grupo folk exhibiendo lazos amarillos en la solapa y haciendo una defensa del 1 de Octubre y de los exiliados, en especial del presidente Puigdemont, por haber puesto las urnas.

Y de entre las intervenciones de agradecimiento de los galardonados, nos quedamos con dos. La primera, la de Anna Andreu, que le dedicó el premio "a mi amor", Marina Arrufat. La violinista, además de ser el cincuenta por ciento de la formación y tocar batería y teclados, es también su pareja. Ellas dos ayudan a normalizar el amor lésbico del panorama musical y ya empiezan a ser referentes. El segundo parlamento que destacamos es el de Xarim Aresté que, además de reivindicar con humor unos trenes más dignos para el Ebro (la otra nota reivindicativa de la velada), durante su discurso hizo una bonita alabanza sobre este arte y dijo que la música es un idioma sobrehumano, que es la aritmética sobre la cual se construye toda la naturaleza. Y que es por eso que nos podemos fundir con ella, porque todo está hecho de música. Así sea. Así es.