Yo sí quiero a Neymar. Cuando escribo estas líneas, el culebrón todavía está en marcha, pero sea cuál sea el final de la negociación, no cambiarán los argumentos. A ver si me explico, a riesgo de ser tildado de culé defectuoso.

El paso del tiempo ha dado todavía más dimensión a lo que vivimos en el Camp Nou, sobre todo en la era Guardiola. El Barça era sexi. Tanto, que se amplió la base (no sé si los suena) y el universo de los aficionados al fútbol creció. ¡Y la gran virtud fue que hablábamos de valores, de estilo, de ADN, pero sobre todo de táctica! ¡De fútbol! Porque nunca habíamos visto jugar así al equipo y nos preguntábamos cómo lo hacían. Y hablábamos del falso 9 y de presionar en frente y de encontrar espacios. Guardiola puso método a la filosofía Cruyff.

Pero por qué eso fuera posible, hizo falta una conjunción de los astros. La existencia de manera coetánea de Xavi, Iniesta, Piqué, Puyol, Busquets, Pedro o Valdés. Jugadores que habían mamado una manera de entender el fútbol. Y claro, Leo Messi. Después Guardiola ha repetido éxito, en el Bayer y en el City, que juega como los ángeles. Pero el City no ha cambiado la manera de ver el fútbol, la historia del fútbol. No ha sido disruptivo. En el Barça, sí. En el Barça fue Fosbury que cambió la manera de saltar. Un antes y un después. Como cuando Dick Fosbury creó una nueva manera de superar el listón el en salto de altura. 20 de octubre de 1968. Ciudad de México. Estadio Olímpico. Un chico rubio de 21 años y 1,93 de altura se suspende en el aire... de espaldas al listón.

¿Y ahora qué? Pues ahora, el Barça tiene que tener la ambición de volver a protagonizar un cambio de rasante

De la época Pep son los partidos para enmarcar del Barça. Aquel 2-6 del 2 de mayo del 2009 en el Bernabéu, que cambia la historia con el falso 9. El 5-0 la temporada siguiente. Y sobre todo, la final de Wembley contra el Manchester United aquel 2011. Y todavía hay espinas clavadas. El mejor Barça de la historia, seguramente, es el del 2009-2010. El del año de la final que se jugaba en el Bernabéu. Haber ganado la Champions en casa de Florentino habría sido la guinda. Y habrían sido 3 Champions seguidas. Pero entre los árbitros, un volcán de nombre impronunciable y la ansiedad nos quedamos sin aquella final. Cualquier otro equipo, después de los cuatro años de Guardiola, se hubiera fundido. Eso es lo que duran los grandes equipos. Un ciclo de cinco años. Pero el Barça lleva10. O 15, si sumamos, que hay que hacerlo, la era Rijkaard. Y eso sólo tiene una explicación, y no es el modelo, porque el modelo se ha roto. La explicación se llama Leo Messi.

¿Y ahora qué? Pues ahora, el Barça tiene que tener la ambición de volver a protagonizar un cambio de rasante. Volver a inventar el salto de altura. Una nueva revolución. Una nueva era. Otro antes y después. Pero ahora no lo puede hacer. Los dos últimos años se ha comprobado como en el momento decisivo del equipo es impotente. Messi no lo puede todo. Y Messi se acabará. Y entonces, dice la lógica, anuncian los augures, vendrá una larga travesía por el desierto. El Barça ya acabó deprimido la temporada pasada. Hace falta que haya cambios. Hace falta que al banquillo llegue, por ejemplo, Xavi Hernández. Hace falta que a la presidencia llegue, por ejemplo, Gerard Piqué. Hace falta que Riqui Puig, que tiene 20 años, se consolide. Hace falta que Ansu Fati, que tiene 16, crezca. O Carles Pérez, que tiene 21. Y quien dice ellos, dice Frankie de Jong. Ellos y Xavi están llamados a volver a dar al Barça su ADN. Un juego que genere la literatura que generó el Pep Team. Pero mientras tanto, con Messi de bajada (ya tiene 32) podemos decidir si esta transición se puede hacer cómo gusta a los catalanes, que es sufriendo y deprimidos. O se puede hacer disfrutando. Y ganando títulos. Con Neymar, que tiene 27. Con Griezmann, que tiene 28. Se trata de que, sin perder del todo la esencia, se haga una transición manteniendo la ambición de ganarlo todo.

Y otra cosa. Al final, el Barça es más que un club y no tiene que dejar de serlo. Y la base tiene que ser la Masia, una manera de jugar y unos valores. Pero eso se puede adaptar al siglo XXI, cuando el fútbol es un espectáculo de masas. Un negocio. Y, para generar ingresos, ¿alguien renunciará a la posibilidad de ver cada semana, juntos a Messi, Suárez, Griezmann y Neymar, esté en el estadio o por televisión? Así que, como decía Guardiola, ataos el cinturón, porque nos lo pasaremos bien.