Confieso que quería escribir un artículo crítico con el president Torra. Pero ya hay tantos que se hubiera tenido que titular Este es otro artículo crítico con Quim Torra. Francamente, sería poco original. Ya se le ha dicho desde el fuego amigo y el fuego enemigo al president que esta ha sido su semana horribilis. Que se ha cargado la huelga de hambre de algunos de los presos, que ha vuelto a poner en cuestión unos Mossos que viven en un cuadro de ansiedad y que le ha amargado a quien lo propuso como vicario la presentación del Consell de la República, invocando una vía eslovena que, por mucho que los muertos los pusieran los serbios, rompe una norma no escrita de huir de todo lo que se parezca a la balcanización que esgrimía lord Voldemort Aznar.

Semana horribilis que, de paso, complica el deshielo con el Estado que entre Carmen Calvo y Elsa Artadi estaban tejiendo. Y, sí, con la opinión publicada ofendida y la pública desconcertada, Torra se fue a Montserrat a hacer un ayuno, permitiendo de paso que se caricaturiza la huelga de hambre de los presos. No es sencillo conseguir tanto en tan poco tiempo. Como tampoco fue un acierto, por cierto, la Caputxinada del puente. Encontrar el equilibrio entre la folklorización y la reivindicación nunca había sido tan difícil. Y, sí, ya se ha dicho que Torra no es un político, que es un activista, pero que tiene asesores, y que la culpa no es suya, que la responsabilidad primera es de quien lo nombra... Todo esto ya se ha escrito.

También se ha dicho que el arma secreta del independentismo es España. Al otro lado siempre hay quien se pasa más de frenada.  La fiscalía por investigar a los Mossos por una pasividad que con el 155 y el gobierno de Mariano Rajoy no incomodó a nadie. Pedro Sánchez por hacer de Rajoy, y Casado por hacer de Abascal. Todos juntos por confundir la mala gestión con saltarse la ley, la Constitución y atentar gravemente contra la integridad de España, que es lo que, en todo caso, merece aplicar el 155. Y también se ha dicho, y es profecía, que las elecciones andaluzas han asustado más al PSOE que la huelga de hambre de Lledoners.

Valverde president de la Generalitat. Y Quim Torra, entrenador del Barça

Todo esto y mucho más ya se ha dicho y está muy bien. Se ha dicho menos que, consta en la hemeroteca, Jordi Pujol le dijo a Milan Kucan ―el presidente de la independencia eslovena― "lo que no consigan ahora, no lo conseguirán más tarde", cuando en diciembre de 1990 vino a Barcelona a explicarle el referéndum. Se ha dicho menos que el proceso iniciado en Catalunya en 2012 puede terminar bien. Que no hay nada escrito, pero hay en el imaginario de la UTE (Unión Temporal de Empresas) que desalojó al PP de la Moncloa que (con los años, no crean) se puede resolver el actual callejón sin salida, con una salida para los presos y los exiliados (Puigdemont debe formar parte de la solución), se puede acabar haciendo un referéndum, sea de independencia, sea de autogobierno, e incluso puede cambiar el actual modelo de Estado con una monarquía en caída libre. Y, en medio, habrá momentos de tensión. Lo vemos estos días y lo veremos durante y después del juicio en el Supremo. Pero, al margen de que hay que jugar bien las cartas, para eso se necesitan los mismos gobiernos que hay ahora, pero más fuertes. Y el efecto Vox no es una buena noticia. Sobre todo si el PSOE vuelve a pensar en el elefante que George Lakoff recomendó olvidar.

Todo este imaginario es tan discutible como almas existen en el independentismo. De hecho, gestionar esta complejidad debe ser como gobernar un equipo de fútbol. Lo he pensado viendo como Ernesto Valverde ha resuelto la última crisis con Ousmane Dembélé. El chaval se durmió el domingo y, en lugar de castigarle, el entrenador del Barça lo puso el martes de titular. Resultado: un golazo en el minuto 7. Seguro que el francés antes pidió perdón y que le han puesto una multa que usted y yo tardaríamos años en pagar. Pero Valverde también ha gestionado otras complejidades, como que Messi se dosifique y no lo quiera jugar todo. Y entiende que un equipo es como un piano. Hace falta mucha gente que lo mueva y alguien que lo sepa tocar. Valverde es educado, serio, mantiene una gran dignidad institucional, no tiene salidas de tono, es dialogante, no genera rechazo, pero defiende la causa (de quien lo paga). Es medio catalán, medio vasco y medio extremeño. Es un buen perfil. ¿No se le ha pasado por la cabeza, amigo lector, que tiene el perfil ideal para ser president de la Generalitat? A mí sí. Y por un momento quería pedir un intercambio con Josep Maria Bartomeu. Valverde president de la Generalitat. Y Quim Torra, entrenador del Barça. Del ejército desarmado de Catalunya, como escribió Manuel Vázquez Montalban. Lo he visto. He visto la luz. Hasta que me han venido a la cabeza las imágenes del último entrenador del Barça falto de autoridad. El único profesional del fútbol que fue capaz de anular a Leo Messi. He visto al Tata Martino de nuevo en la banda. Y he decidido desistir de la propuesta. Al fin y al cabo, como decía Bill Shankly, algunos creen que el futbol es sólo una cuestión de vida o muerte, pero es mucho más importante que eso.