Como no solo de series vive el hombre, y algunos hechos reales superan la ficción, si quiere evadirse en Netflix les recomiendo unos cuantos documentales de aventuras deportivas, que van desde el snowboard al motocross, pasando por el surf. Pero el que más me ha gustado es de escalada. La pieza se titula Valley Uprising, y repasa 50 años de escalada en el parque natural de Yosemite, en California, desde los hippies a la actualidad. Podrá descubrir el protagonista de Free Solo, Oscar al mejor documental de este año, que narra la ascensión sin cuerdas ―y sin nada― que hizo Alex Honnold en la pared de un kilómetro de granito de El capitán. Un auténtico loco, por si creía que el único asilvestrado es Kilian Jornet.

Pero, vuelvo a Valley Uprising. Los primeros escaladores de Yosemite estaban solos en el valle. Vivían allí, hacían fiestas allí, escalaban allí. Sexo, drogas, rock and roll y escalada en la América del confort doméstico y la rutina. Gente que huía de ella misma en dirección vertical. Eran unos auténticos antisistema, con las diferencias entre el purista Royal Robbin y el salvaje Warren Harding. Guardiola y Mourinho. Borg y McEnroe. Pero la masificación del parque, convertido en atracción turística, terminó expulsando a aquellos pioneros y a sus sucesores, en busca de un reto cada vez más difícil. Pero ahora molestan a los turistas, que pagan morterada para dormir en lujosos hoteles y ser paseados en trenecitos trasnochados como los de las ferias medievales, y ya nadie puede vivir en la naturaleza. Todo el mundo debe pagar para entrar cada día. Hasta el punto que los guardas forestales los persiguen y hacen la vida imposible a los protagonistas de esta contracultura. En la película hay, en este sentido, un momento sublime. Cuando uno de los escaladores dice algo así como "ninguno de estos guardabosques pasará a la historia, nosotros sí".

Trapero se convirtió en un icono para unos y en un enemigo a batir para otros, en ambos casos por haber demostrado que el cuerpo puede ser una policía integral como la de cualquier país

En Catalunya no hay, por motivos históricos, una gran estima por la policía. Para ninguna de ellas. Pero no hace tanto, se produjo un hecho singular. Se fabricaron camisetas con la frase viral "Bueno, pues molt bé, pues adiós", que el major de los Mossos, Josep Lluís Trapero, dirigió a un periodista que se quejaba de que hiciera una rueda de prensa en catalán. Era una de las ruedas informativas posteriores a los atentados del 17-A de 2017 en la Rambla, momento en que los Mossos tuvieron su punto más alto de popularidad entre los ciudadanos de Catalunya. Trapero se convirtió en un icono para unos y en un enemigo a batir para otros, en ambos casos por haber demostrado que el cuerpo puede ser una policía integral como la de cualquier país. Sin que, seguro, él quisiera ninguna de las dos cosas. Menos de dos años después, Trapero, cesado por el 155, se enfrenta a un juicio en la Audiencia Nacional por sedición y organización criminal. ¿El motivo? La controvertida, para quien la ha querido ver controvertida, actuación de los Mossos el 1 de octubre.

Al día siguiente del referéndum, Trapero no era un hombre feliz. Vivió un día nublado. Ya estaba convencido de que los mismos jueces y fiscales que habían condenado a los Mossos por excesos en el uso de la fuerza se plantearían ahora hacerlo por el contrario, con la prensa de Madrid abriendo el camino. Los Mossos vivieron el 1-O su día más delicado. Tenían que actuar de policía judicial y mantener, al mismo tiempo, la convivencia con más de dos millones de catalanes dispuestos a votar. E hicieron lo que tenían que hacer. Si hubieran enviado la Brimo a los colegios electorales a pegar a los ciudadanos, hubieran hecho un daño irreversible a la imagen del cuerpo entre los ciudadanos a los que deben servir. E hicieron lo que tenían que hacer. Un equilibrio exquisito. Tampoco hacía falta. El referéndum ya se ha declarado inconstitucional. No era necesario enviar ningún policía. Pero lo más grave de todo es que, con una actuación equilibrada, en medio de una batalla política sin precedentes y una población tensada, ahora la cúpula se enfrente a penas de prisión. Hoy Josep Lluís Trapero declara en el Supremo, aunque podría no hacerlo. Debe de estar tan convencido de haber actuado de manera profesional, que no prevé que ningún fiscal lo haga entrar en contradicción. Seguro de que el escalador de Yosemite invitaría al major a un trago de cerveza. O ir a buscar bolets.