El periodista Xavier Bosch hace cada semana unas predicciones en Islàndia de Rac1. Cada semana hay una que se repite: ¿seguirá siendo Isabel II reina de Inglaterra? La respuesta es, invariablemente, sí. Hasta hace unos días. Diría que era la semana pasada. Y creo recordar que en ese momento estaban en antena Joan Maria Pou y Maria Xinxó. Quizás también estaba Albert Om. No lo recuerdo. Lo que sí recuerdo fue el vaticinio. ¿Seguirá siendo Isabel II reina de Inglaterra cuando termine el coronavirus? No. Caramba. Por eso, ayer, cuando dentro de mi confinamiento abrí el ordenador para escribir el artículo de ElNacional.cat y me puse a navegar un rato para calentar las neuronas y vi que Carlos de Inglaterra tiene coronavirus, pulsé compulsivamente la noticia. Carlos de Inglaterra, ¡que aún no es rey a pesar de haber llegado a los 71 años!... tiene coronavirus. Pero su madre no. Claro, pensé enseguida que Bosch tenía un presentimiento... pero un poco desviado por unos dados macabros. Y, fiel seguidor de The Crown, me he imaginado a Carlos en Balmoral con Camila, y a la reina, a sus 93 años, en Windsor, haciendo compañía al duque de Edimburgo, con toda la calma. Una guerra mundial, 14 primeros ministros y un annus horribilis. No me imagino que la mate un virus, francamente. Sí que me imagino, en cambio, que la reina eche de menos a Winston Churchill, tan citado siempre en tiempos de guerra o cosas que se le parecen. Porque una crisis sanitaria, o al menos esta, según estamos aprendiendo, se gestiona combinando tres ingredientes delicados y hay que encontrar la cantidad exacta de cada uno: la salud, la economía y la libertad. Y un cuarto lo condiciona todo: la política. Y, a pesar de la dureza, según cómo cada país combina los tres elementos (salud, economía, libertad) condiciona el cuarto y, al mismo tiempo, el tipo de política de cada país (por lo tanto su historia, sus instituciones, sus valores) condicionan cómo se combinan salud, economía y libertad.

La lucha contra el virus no lo puede justificar todo. Miedo al virus, amenazas con multas, abusos policiales y todos encerrados en casa, pero a pagar los autónomos y a callar

Hace unos días planteé en Can Basté de qué manera se estaba haciendo el confinamiento, si no corríamos el peligro de caer en el autoritarismo. Lo expuse a partir de un hecho que puede parecer anecdótico, pero no lo es. ¿Por qué no podemos salir a la calle a hacer deporte? Si se mantiene la distancia social, ¿por qué la gente puede ir a trabajar en metro, pero no hacer deporte en solitario? ¿Qué tipo de lógica militar es esta? Este confinamiento en casa, que ahora ya no es de 15 días sino de 30, también puede traer consecuencias para la salud dependiendo de cómo se haga. Y sobre todo para personas vulnerables. Perdí el debate contra un discurso único. Pero posteriormente recibí la llamada de alguien que tuvo responsabilidades en salud pública. Y me dijo que las políticas de salud pública no son una ciencia exacta, que son decisiones... ¡políticas! Un ejemplo: fumar era tan nocivo antes de la ley antitabaco como después. ¿Cuál es la diferencia? Una decisión política. Y como las políticas de salud pública son decisiones políticas, por eso la combinación salud, economía, libertad es diferente en España (donde en realidad hay un toque de queda y los militares) que en Alemania o Bélgica. Qué curioso, por cierto, citar estos tres países juntos... Después hemos empezado a ver abusos policiales, porque si das poder indiscriminado a la autoridad, la ejerce. De ahí la militarización, dice Jordi Graupera: en España, toda autoridad viene de la fuerza y ​​todo poder viene de una ira. Y para priorizar el régimen “lo pagaremos en los otros tres factores en juego: salud, economía y derechos”. La lucha contra el virus no lo puede justificar todo. Miedo al virus, amenazas con multas, abusos policiales y todos encerrados en casa, pero a pagar los autónomos y a callar. Lo dijo Pastora Filigrana: asistimos a una virilización del Estado, que prioriza la vigilancia, el castigo y la fuerza bruta a la protección y el cuidado. Cuando se evidencia que no hay suficientes camas de hospital, militares en la tele. Eso sí, los del sí se puede, mudos.