La antigua mano derecha de Donald Trump, Steve Bannon, expulsado en agosto de 2017 de la Casa Blanca, ha creado una fundación en Bruselas para apoyar a los partidos populistas de cara a las elecciones europeas del próximo mayo. Los analistas dicen que es un caballo de Troya para desintegrar la UE. Aunque Trump sea a ojos del mundo un peligro público que dentro de su propia administración tiene una resistencia que trabaja para impedir sus "peores inclinaciones", el magnate ha demostrado a muchos aspirantes cómo se ganan elecciones.

Si recordamos su campaña, Trump la hizo con mensajes claros y enemigos interiores y exteriores. Levantar un muro con México para impedir la entrada de inmigrantes; acusar a Hillary Clinton de irresponsable para permitir que Rusia espiara su correo y amenazarla con la prisión; lanzar la sospecha de que Barack Obama no había nacido a los Estados Unidos, y acusar en el New York Times o la CNN de propagar fake news.

Ignoro si algún asesor de Albert Rivera ha ido a visitar a Bannon, pero no hace falta. Sus métodos son evidentes. Como es evidente que Ciudadanos los está practicando. Ejemplo 1. Allí donde Trump habla de levantar un muro con México, Rivera visita la valla de Ceuta y pide al Gobierno que aplique las devoluciones en caliente para frenar el flujo de inmigrantes. Ejemplo 2. Allí donde Trump amenaza a Hillary Clinton con la prisión —"you'd be in jail"—, Rivera aplaude la prisión preventiva de los políticos independentistas y dice que el "golpista" Puigdemont no puede tener impunidad. Ejemplo 3. Allí donde Trump pedía divulgar el certificado de nacimiento de Barack Obama, Rivera pide a Pedro Sánchez que enseñe su tesis doctoral. Y ejemplo 4. Allí donde Trump acusaba a la CNN —"you are fake news"—, Rivera acusa a TV3 de mentir y ser un "aparato de propaganda". En fin, que si la similitud de los métodos —por no decir exactitud— son casualidad... pues son mucha casualidad.

Y hace falta decir que esta deriva nacionalpopulista que, como los mandamientos de la ley de Dios, se resumen en uno solo —"America first", "make America great again" o "solo veo españoles"—, también es la de Pablo Casado. Porque el líder del PP solo se salta el ejemplo 3, y lo hace porque él tiene más a perder que nadie cuando se habla de tesis y masters. Pero cuidado, porque su primera reunión con un líder internacional fue con Sebastian Kurz, primer ministro austríaco, conservador y mimetizado con la extrema derecha. Pablo Casado y Albert Rivera. Albert Casado y Pablo Rivera. Los Trump del Celtiberia show, más parecidos a Matteo Salvini por mucho que hablen de Macron.

El populismo de derechas es un fantasma que recorre Europa. Lo hemos visto de nuevo este domingo con Jimmie Akesson en Suecia. Pero la lista es larga: Marine Le Pen en Francia, Viktor Orban en Hungría, el FPO en Austria, los Verdaderos Finlandeses en Finlandia, la Liga en Italia, el AfD en Alemania, el PVV holandés o el PiS en Polonia. En España siempre se ha dicho que no hay ultraderecha, porque esta quedó dentro del gran catch all party en que estaba el PP. Pero ante esta nueva variante, que no es exactamente lo mismo, ¿España será ajena a esta realidad? Y otra vez la respuesta será que aquí no hay populismos de derechas. Pero no hay oficialmente, porque se repite la misma jugada, y los partidos que ya existen —a la espera de lo que pueda hacer Vox o justamente por eso— se han propuesto absorberlo en su interior. Con una diferencia: los que practican este discurso son los líderes de los propios partidos.

Quizás Ciudadanos y PP no son comparables a algunas derechas populistas europeas. Porque, efectivamente, no todas son lo mismo. Pero tienden peligrosamente a formar parte de la misma familia. Quizás es bueno. Quizás determinados discursos no se pueden dejar en manos de nuevos partidos y es mejor que los asuman partidos homologables a las familias europeas tradicionales como el PPE y los liberales. Quizás la izquierda se equivoca con su "buenismo". Pero si no quieren ser derecha populista, no ayuda mucho tampoco que el parlamento europeo haya activado por primera vez el artículo 7 contra Hungría por incumplir de forma persistente las reglas democráticas, y el PP español se haya abstenido —en contra de la tesis de su grupo—. Y, en todo caso, si los ciudadanos europeos encuentran motivos para votar estos partidos, es trabajo de la izquierda y sobre todo del liberalismo encontrar un discurso seductor ante el miedo hacia tanta incertidumbre.