Barack Obama y Bruce Springsteen han estrenado un podcast en Spotify con el título Renegades: Born in the USA. Serán ocho episodios y ya se pueden escuchar dos. Cuando hablan de su país no evitan críticas profundas y amargas. Los Estados Unidos son este país de gente muy patriota, condición que no les hace perder una gran capacidad de crítica hacia lo que fueron y son. Quizás porque es un país nuevo que todavía se está construyendo, quizá porque, por fin, se abordan debates hasta ahora evitados, como la raza, en parte gracias a la polarización que ha creado Donald Trump. Es una reflexión sobre la distancia que hay “entre el sueño americano y la realidad americana”, dice el Boss. No son Obama y Springsteen dos radicales. De hecho, defienden una idea de Estados Unidos con un gran centro y Bruce lo hizo con un anuncio de Jeep, así que imaginen.

Sería interesante este ejercicio ahora mismo en España, donde la oficialidad repite el mantra “somos una democracia plena, según The Economist”. La misma oficialidad que no entiende que un vicepresidente pueda tener un discurso crítico con el funcionamiento de la justicia, por ejemplo. O que un gobierno autonómico pueda tener un discurso crítico sobre su policía. No veo que en Estados Unidos se diga que criticar el racismo de su policía debilite el país, aunque te puedan crucificar, como a Springsteen con American Skin. Quizás en España quien podría desempeñar ese papel de Obama es José Luis Rodríguez Zapatero. Y no porque Leire Pajín dijera en su momento que el encuentro Obama-ZP sería "el próximo acontecimiento histórico en el planeta", sino porque honestamente me parece que Zapatero tuvo la capacidad de pensar críticamente España, lejos del partidismo que nos mata. Y lo mismo ocurre con Catalunya. Es una lástima que Jordi Pujol esté escondido por sus errores. Como es una gran tristeza la enfermedad de Pasqual Maragall. No ha habido una reflexión franca, alejada del partidismo, sobre lo que ha pasado en este país en los últimos años. Jordi Amat dice que aquí nadie dice nunca la verdad porque es un país demasiado pequeño. Y añade dos elementos: que la corta tradición democrática hace que la discrepancia se vea con suspicacia y que hay un blindaje del establishment.

No ha habido una reflexión franca, alejada del partidismo, sobre lo que ha pasado en este país en los últimos años

En este sentido, también es interesante ver cómo la revuelta en las calles de Barcelona, ​principalmente —pero también en otras ciudades de España—, con el encarcelamiento de Pablo Hasél como chispa de un malestar largamente incubado, ha coincidido en el tiempo con el estreno en Netflix de Los favoritos de Midas. Hay una última escena en la que el protagonista, Luis Tosar, una vez ha sido pervertido por el poder para evitar, justamente, que haga tambalear el orden establecido, es invitado a entrar en un coche donde está quien le ha hecho vender su alma al sistema. Pero el espectador nunca verá quién está dentro. No se ve un rostro, porque son muchos. Es una estructura de privilegios. Un virus. No es extraño que el policía que investiga sea Willy Toledo, rebelde y renegado, paradójicamente vetado en la vida real por sus críticas al sistema.

Se buscan candidatos para podcast. El problema es que tal vez Obama y Springsteen pueden reflexionar sobre cómo volver a la idea de lo que deben ser los Estados Unidos, si se sitúa su origen en la Declaración de Independencia del 1776. "Sostenemos como evidentes por sí mismas las siguientes verdades: que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales está el derecho a la vida, a la libertad ya la búsqueda de la felicidad".

Pero, ¿y España? ¿Puede haber una idea de España si las que conocemos son irreconciliables? ¿Dónde situamos su origen? ¿Y Catalunya? ¿Existe una idea de Catalunya?