Una cosa es defender la democracia y otra defender un régimen. Defender la democracia es exigir y practicar la responsabilidad política y defender una verdadera separación de poderes, aquí y en China Popular. Defender un régimen es presionar a la juez de Buenos Aires que lleva la causa por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura franquista, María Servini, antes de que ayer declarara desde la embajada argentina el exministro franquista Rodolfo Martín Villa. Defender el régimen en su concepción absolutista (y no la democracia española) es lo que han hecho los cuatro expresidentes del gobierno español: Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Defender el régimen (y no la democracia) es lo que ha hecho el exdirigente de CiU y padre de la Constitución Miquel Roca Junyent. Defender el régimen es lo que han hecho los exsecretarios generales de CCOO Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo. Defender el régimen es lo que han hecho los exsecretarios de la UGT Nicolás Redondo y Cándido Méndez-Rodríguez. Defender el régimen es lo que ha hecho el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrell. Defender el régimen es lo que hacen el PSOE, el PP y Ciutadans y los grandes medios de comunicación españoles. Defienden el régimen porque se defienden a sí mismos. A sus privilegios. Existen los insiders y los outsiders. Y los insiders, incluidos los sindicatos, se defienden entre ellos.

La Transición como una obra intocable, no criticable, edificada sobre el silencio, sobre la victoria del franquismo que murió en la cama y continuó ocupando puestos de poder e influencia con la monarquía parlamentaria del presunto corrupto y heredero de Franco Juan Carlos I, a quien defienden los mismos que defienden a Martin Villa. Las democracias europeas se construyeron sobre la derrota del fascismo. Con la excepción de la española. Lo que sigue contando todavía muchas cosas. Y todo el mundo que lo cuestione, se intenta eliminar sin contemplaciones. Lo hemos visto con todo un Govern de la Generalitat y los líderes de dos entidades civiles (y no sólo, porque la represión es mucho más extensa) y lo estamos viendo en vivo y en directo con Podemos, a quien se quiere liquidar aunque Pablo Iglesias modele su discurso para que no lo maten antes.

Y nada se mueve ni nadie quiere hacer reformas aunque el edificio amenace ruina. Véase el procés. Se hizo el referéndum unilateral del 1 de octubre porque nadie se movió. Enviaron a la policía a pegar a ciudadanos, incluidos ancianos y niños. Y nadie ha pedido perdón. Y nadie ha defendido la democracia. El régimen sí. El hijo del corrupto amenazó a la mitad de catalanes por la tele. Y todavía tampoco ha pedido perdón. Aplicaron el 155 suspendiendo la autonomía. Impidieron que Carles Puigdemont pudiera volver a ser presidente a pesar repetir mayoría en el Parlament. Encarcelaron a medio Govern (porque la otra mitad se había ido) y los han condenado a varios años de prisión. No les dejan tener ni el tercer grado. Y el gobierno más progresista del mundo (¡con Podemos dentro!) Sigue sin ofrecer ninguna propuesta, ninguna solución. Antes la excusa era la crisis, ahora es la Covid. Eso sí, exigen que se aprueben los presupuestos y defienden al rey fugado y a un exministro de Franco que sólo puede ser investigado en Argentina. No, no defienden la democracia, defienden el régimen. El suyo.