"En Catalunya nunca habrá tiros, pero democráticamente son capaces de poner el estado español contra la pared. Euskadi es un problema de violencia, pero no tiene la rotundidad de Catalunya". La frase empieza a ser célebre y se ha vuelto a recordar esta semana a raíz de las detenciones de nueve personas acusadas de terrorismo y, sobre todo, por la lectura que han hecho los partidos dinásticos, con especial énfasis de Ciudadanos, y la Brunete mediática. La frase la dijo, ya lo sabrán, Alberto Oliart, político de la UCD, jurista y exministro de Defensa en el gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo justo después del golpe de Estado del 23-F y hasta la llegada del PSOE al poder. La frase, sin embargo, no es de entonces. La dijo en agosto de 2010 ―después, por tanto, de la sentencia del Estatut― en La Voz de Galicia. Oleart es, por tanto, alguien que conoce muy bien el Estado, que no es exactamente lo mismo que el gobierno de turno. Y es una frase que le gusta recordar, a quien todavía la escucha, al expresident Jordi Pujol. Y se repite a menudo porque es ideal para explicar la obsesión de todos los aparatos del Estado para identificar el independentismo con la violencia.

Porque el Estado tiene maestría en hacer frente a ETA y el independentismo vasco con lo del "todo es ETA", pero para aplicar la plantilla vasca había que encontrar violencia en Catalunya y, si no la había, inventársela. Es por culpa de esta obsesión, por ejemplo, que Jordi Sànchez y Jordi Cuixart están en prisión. ¿Quién fue el primero en hablar de manifestaciones "tumultuarias"? El ministro Íñigo Méndez de Vigo. Lo que le sirvió, por cierto ―no sé si les sonará― para justificar la epifanía de los piolines. El caso es que es por culpa de buscar violencia donde no había que Jordi Sànchez y Jordi Cuixart están en prisión. Alguien me puede decir por qué cojones, con perdón, alguien como Jordi Sànchez y Jordi Cuixart llevan dos años en prisión? ¡Dos años! Sólo esto nos debería hacer salir cada día a la calle y debería hacer caer la cara de vergüenza a los políticos que no se plantan ante la prisión de Lledoners ―y antes Soto del Real― exigiendo su liberación. Quizás pueden juzgar al gobierno de Catalunya por haber hecho aún no se sabe qué en el Parlament... ¿pero a Sànchez y Cuixart? ¿Qué proclamaron Sànchez y Cuixart? ¿Qué ley aprobaron? Se entiende, porque es su naturaleza, que el PP y Ciudadanos hayan tenido la actitud que han tenido. ¿Pero y el PSC? No se puede confundir evitar la confrontación con decir las cosas por su nombre. La libertad de los Jordis no enfrenta a catalanes. Decir que es una vergüenza que a Cuixart lo dejen salir seis horas de prisión ―¡seis horas!― para ver a su hijo no enfrenta a catalanes. Y decir que es una vergüenza que Carme Forcadell ―que está donde está por haber presidido la ANC y no por haber presidido el Parlament― salga dos horas ―¡dos!― para conocer a su nieto, no enfrenta a catalanes.

Y, por cierto, en este intento de aplicar la plantilla vasca, ¿nos debemos preguntar por qué todos hemos comprado la idea de que los detenidos son CDR? ¿Qué son los CDR? Teóricamente, son los herederos de los comités de defensa del referéndum, ahora convertidos en comités de defensa de la república. Pero, ¿qué eran? Eran gente autoorganizada en cada pueblo. Pero no hay un líder, no hay una estructura, no es una banda. Son sus vecinos. Es usted. Los detenidos de esta semana ¿tienen un carnet de CDR? ¿Si mi madre sale a la calle después de la sentencia, será una CDR o una ciudadana indignada? Ahora que se acerca el segundo aniversario del 1 de octubre no está de más recordar que la única violencia que ha habido en Catalunya es la de los policías que ahora Fernando Grande-Marlaska quiere volver a enviar, y tengo la sensación, que al contrario que miedo, el independentismo ―y también mucha gente que no lo es― comienza a dejar atrás el duelo y que la respuesta a la sentencia, sin violencia, siempre sin violencia, sorprenderá a todo el mundo. Serán los ciudadanos, que primero fueron catalanes cabreados, después indignados y ahora sencillamente hartos, los que marcarán la magnitud de la respuesta. Esto es lo que quería decir Oliart cuando decía que podían poner el Estado contra la pared "democráticamente". Eso es lo que les da miedo. Esta "rotundidad" insobornable que ya no pueden frenar ni cumbres en Poblet de unos políticos que se niegan a admitir que quienes los votaban ya no lo hacen. De esta gente deben hablar los políticos de allí y de aquí. Porque, dirigido a Madrid y a Barcelona, ​​estos ciudadanos han convertido en político el eslogan "yo no soy tonto".