Joan Ignasi Elena enmarcó el relevo de Josep Lluís Trapero como jefe de Mossos en una nueva etapa de liderazgos más corales, más jóvenes y con más mujeres. Que son tres cosas que siempre quedan bien. Y en este mundo convertido en el título de la peli de Agustín Díaz Yanes Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, la defenestración del major había quedado sepultada por los titulares de la hora siguiente. Se impuso la tesis, cierta, de que todo conseller tiene derecho a decidir su equipo y que los cargos no son para siempre.

El problema ha llegado cuando a Toni Rodríguez, que llevaba el Área de Investigación Criminal, se le ha enviado al Área Básica de Rubí. Y ocurre lo de la mujer del César. Porque Rodríguez era quien dirigía las investigaciones que afectan al antiguo y al nuevo mundo convergente. Ya había preocupado a jueces y fiscales que el sucesor de Trapero, Josep Maria Estela, comunicara a Rodríguez su destitución sólo un día después de haberse hecho cargo de los Mossos. Ahora volveremos a ello.

Quienes conocen las interioridades, explican que Rodríguez y su equipo hace tiempo que molestaban en algunos ámbitos políticos y empresariales que no podían digerir que los Mossos, estructura de estado con ADN de David Madí y Brauli Duart y, más tarde, otros como Eduard Sallent, investigaran el 3% y que, encima, no les informaran de los pasos que seguían. En el sumario de la operación Voloh (antes Volhov, batalla de la División Azul), se puede leer la frase en la que Madí le dice a Duart sobre Miquel Samper: “Que no tome ninguna decisión sin contar conmigo, porque durará menos que un caramelo en una escuela de tontos”. Como así fue.

Los Mossos deberían estar desvinculados de la parte más política. En un mundo ideal. El problema es que, en un país que no es normal, en el que todo es más que algo, esto es casi imposible

Luego, obviamente, está la parte más política. Los Mossos deberían estar desvinculados de todo ello. En un mundo ideal. El problema es que, en un país que no es normal, en el que todo es más que algo, esto es casi imposible. Se ha dicho mucho que Rodríguez tuvo que pedir amparo al magistrado Carlos Ramos para seguir con las investigaciones que acabaron con la imputación de Miquel Buch por una presunta malversación de fondos públicos. Sí. Pero se obvia a menudo que la imputación es por haber hecho pasar por su asesor a un sargento que en realidad estaba la mayor parte de la semana en Bruselas haciendo de escolta de Carles Puigdemont. Y esto es política de un país que no es normal. Como es política de un país que no es normal que la relación entre Trapero y Junqueras, que dicen los entendidos que siempre fue mala, empeorara después de que el major declarase en el Supremo que tenía un plan para detener a todo el Govern si declaraba la independencia. Hombre, era difícil de digerir, políticamente.

Total, que al final Trapero y los suyos molestaban. Y se puso de jefe a un comisario que muchos analistas consideran afín a ERC, pero Junts vuelve a tener a Sallent y, a la vez, mantiene al director general, Pere Ferrer, de confianza de Duart. La oposición, especialmente el PSC, no hizo ruido con el relevo de Trapero. En cambio, ahora, a partir de las informaciones periodísticas, se apresuran a hablar de purga. Y piden explicaciones. Claro que sí, la ciudadanía las merece. Pero, de paso, podrían tener el mismo celo con el caso de los atentados del 17-A. Porque Villarejo es un manipulador, pero no uno cualquiera. Y cualquier rendija que se abra es buena para saber la verdad. Y debe desvanecerse toda duda sobre si el Estado quería dar un “susto” a los catalanes. Así, un día seremos un país normal, con una policía normal. Y los Mossos, que se jugaron la vida, también merecen saberla.