Liz Koto es una señora de Michigan que en el aburrimiento de su confinamiento decidió poner un cartel frente a su casa donde se leía: "You have now entered the jurisdiction of the Ministry of Silly Ealks. Commence silly walking immediately". Es decir: "Ha entrado en la jurisdicción del Ministerio de los Andares Tontos. Empiece a caminar tontamente de manera inmediata". La sorpresa fue que los vecinos que pasaban por delante del cartel, lo hacían, con todo el estilo de los inventores del ministerio: los Monty Python. Bueno, sorpresa o no. Porque el Ministerio de los Andares Tontos se ha hecho realidad. De hecho, podría ser posible que viviéramos todos engañados dentro de un capítulo de Monty Python Flying Circus. Si no fuera porque, justamente, John Cleese y compañía hacían en realidad una denuncia social utilizando el absurdo. Un absurdo que ahora supera la ficción. Porque la obligación de caminar de manera tonta aún no ha llegado, pero ir a la playa sin poderse bañar en el mar, sí. O tomar el café con mascarilla. Los Monty Python buscaban generar inseguridad ante lo que considerábamos lógico. Y, como los herederos del Polònia, nos hacen falta en una sociedad que corre el riesgo de considerar lógico cualquier absurdo, como pasear sólo a un kilómetro de casa o tener gente encerrada en su domicilio en un pueblo rodeado de bosque. Lo tenemos que poner todo en duda, por favor. No podemos vivir en un mundo en que nos dicen que el gato está apático, mirar, ver un gato disecado y pensar que, efectivamente, el gato está apático. Hemos visto parques infantiles y bancos donde se sientan los abuelos, precintados. Y nos ha parecido normal. Y este plan marxista de desconfinamiento por fases que nadie sabe qué significan está consiguiendo esto. Que el BOE sea un guión de Flying Circus.

Los Monty Python buscaban generar inseguridad ante lo que considerábamos lógico. Nos hacen falta en una sociedad que corre el riesgo de considerar lógico cualquier absurdo. Lo tenemos que poner todo en duda, por favor

Nuestra vida se ha convertido en un sudoku. Ya no sabemos qué podemos hacer y qué no podemos hacer. Usted mezcle una orden inconcreta de llevar mascarilla en los lugares públicos y la información que la ley mordaza ya lleva un millón de propuestas de sanción en este mundo digno de Pilar Abel, añada que la mitad de las propuestas de multa las han puesto policías municipales que, como es sabido, aspiran a un Nobel, y ya tiene el caos perfecto. La denuncia de los Monty Python convertida en la vida real. Una distopía. Escribo estas líneas desde un municipio de menos de 10.000 habitantes. El presidente del gobierno español acordó el domingo con los presidentes autonómicos que eliminarían las franjas horarias para salir a la calle. Pero el BOE no dice nada, así que sigo teniendo el mismo confinamiento que si viviera en la Gran Vía de Madrid. Agujero negro donde mientras escribo estan debatiendo alargar el estado de alarma, sin que nadie se pregunte ya por qué. Quizás porque así el Gobierno tendrá un instrumento de control ciudadano con la esperanza de que el verano, que es a donde nos lleva tanta prórroga, apaciguará el malestar social que va creciendo. La paella, la gran esperanza de Pedro Sánchez.

Miren, seguro que manejar una pandemia no es fácil. Y eso a lo que han llamado desescalada tampoco. Y menos si la queremos asimétrica. No se trata de desacreditarlo todo al estilo del nuñezbalboismo, el trumpismo pasado por Manolo el del Bombo o nacionalcuñadismo. Se trata de pedir buen gobierno, sentido común y responsabilidad. Pero cuidado. Absurdos al margen, abusar de la homilía de los sábados y no hablar claro a los ciudadanos, es un grave error, además de una falta de respeto. Sánchez no puede decir en el Congreso que el estado de alarma no ha comportado recortes de derechos y libertades ni recentralización de competencias. No puede mentir. Debe admitir que es así, porque eso es, justamente, lo que conlleva el estado de alarma. Luego ya discutiremos si se podía hacer de otra manera. Pero no hacerlo deja de manera diabólica el discurso de las libertades en manos de Vox y el PP. Y esto es un grave error político que no se tapa con la excusa de los científicos.