Me encuentro a Marta Lasalas en las escaleras que suben desde el claustro del antiguo convento de las Salesas Reales a la sala donde se hace el juicio a los líderes independentistas en el Tribunal Supremo. La periodista de ElNacional.cat sigue la causa 20907 desde el primer día y hablamos del sentimiento extraño que lo que pasa allí dentro se está normalizando y olvidando, aunque siguen en el aire muchos años de prisión para medio Govern de la Generalitat. Es cierto que la atención sobre el juicio ha bajado. Y no sólo en este Madrid ya camino del calor africano y en plenas fiestas de San Isidro. Los madrileños no le han hecho ningún tipo de caso desde el primer día, pero es que ahora incluso ha bajado la seguridad. Ya no existe el blindaje policial de las primeras semanas. Blindaje que querría evitar manifestaciones, que ni han pasado ni se las espera ahora. Pero es que también en Barcelona ha bajado la atención del día a día.

Quizás porque se ha vivido una sucesión de hechos que van desde la convocatoria de elecciones el 28-A y ahora el 26-M. Pero es justamente el resultado de estas elecciones lo que hace preguntarse si los jueces tendrán en cuenta el contexto en que se llegará al final, previsto para el 13 de junio, tras las periciales, las documentales, los informes y los alegatos finales. Es cierto que el contexto ha cambiado. Básicamente por una victoria del PSOE, que significa que 7,4 millones de españoles han votado a favor de otro clima político. 10 millones si sumamos a Podemos. Pero es que, además, por mucho encarcelamiento de sus líderes, el independentismo sigue ganando elecciones. Y es lícito preguntarse si una sentencia dura ―por rebelión― ayudaría a estabilizar el Estado o, al contrario, generaría una inestabilidad política de la que el Supremo, como tal Estado, no puede estar a favor. La justicia es ciega, pero la justicia en este caso es política. Y, ciertamente, hay entre los acusados ​​quien se pregunta si la sentencia de este juicio puede formar parte de la solución. Como también debe formar parte Carles Puigdemont.

La atención internacional, el examen final de Estrasburgo y el nuevo contexto político serán tenidos en cuenta en este juicio político

No he encontrado ningún abogado, y de sensibilidades políticas hay un amplio abanico, que no tenga el convencimiento de que la acusación por rebelión no se sostiene. Que la protesta que hubo ante la conselleria el 20 de septiembre no es motivo suficiente para encerrar a un gobierno en la cárcel. Y que tampoco es motivo suficiente el 1 de octubre. Y, de hecho, el 27-O, la declaración de independencia, no aparece, sorprendentemente, a priori, en el juicio. ¿Por qué? Pues porque es muy fácil de ver que no hay valor jurídico en aquella DUI, que no se publicó en el DOGC. Y es aquí cuando aparece la palabra conspiración. Habría habido, según la fiscalía, toda una serie de eventos, que sí que demostrarían esta conspiración para la sedición. A primeros de junio sabremos, pues, si las acusaciones cambian sus peticiones de penas. El último en descartar la rebelión ha sido Javier Melero, que pasa por ser el menos político de los abogados. Melero, incluso, pronosticó que los presos estarán libres después del juicio, a la espera de sentencia.

Ya se verá. Pero la atención internacional, aunque en el día a día sea inexistente (volverá la próxima semana con la llegada de los presos al Congreso), el examen final de Estrasburgo y el nuevo contexto político, por mucho que se hable de la independencia judicial, serán tenidos en cuenta en este juicio político. Por muy maleducada que se pueda considerar la actitud de Marchena hacia Marina Garcés. Y por mucho que el ministerio público, que depende jerárquicamente del gobierno del PSOE, quiera procesar por organización criminal a 28 ciudadanos más en el juzgado 13, incluida la cúpula de los medios de comunicación públicos catalanes. Todo un gesto de cortesía, como la de Instituciones Penitenciarias con el debate de las europeas. En manos de la justicia queda si quiere formar parte del problema o devolver la solución a la política.