Mientras en la política catalana vivimos la enésima repetición de L’amor venia amb taxi, en la política pasan otras cosas. Una de ellas es la decisión de la plataforma España Vaciada de presentarse a las elecciones. Un fenómeno con un eco más bien nulo en Catalunya, pero que es lo más interesante y novedoso. Y, guste o no, mientras la política catalana se siga jugando también en el terreno de juego de Madrid, que parece que será por muchos años, seguro que acabará teniendo repercusiones en Catalunya.

El concepto España vacía lo creó Sergio del Molino en 2016 y se convirtió en España vaciada por motivos políticos. Tampoco se le hizo demasiado caso en 2016, porque aquí la mayoría de gobierno nos dijo que al año siguiente Catalunya ya no formaría parte de España. Pero, en fin. ¿Y por qué existe esta España vacía? Por muchos motivos, pero Del Molino apunta algo con mucho sentido común, que también nos podríamos apuntar para nuestra Catalunya vacía, que existe, sobre todo en el noroeste. Los pueblos tienen sentido porque se crearon para apoyar a la gente que trabajaba en el campo y en la ganadería. Y, si el sector primario desaparece, ¿para qué hace falta un pueblo? ¿Para que vayan los hípsters? No. Además, eso de teletrabajar para repoblar, como estamos viendo cada día en las vías de acceso a Barcelona, ​​no lo quiere mucha gente. Pero es que tampoco puede hacerlo mucha gente.

Vamos a un Congreso con mayor fragmentación y, por tanto, más condicionantes a la formación de gobierno. Pero también con menos peso negociador de cada partido

Otra cosa es el agujero negro y la hiperurbanización de Madrid, que se va independizando de España con una macrocefalia que está dejando atrás incluso a Barcelona. Y esto no es nuevo. Y, de hecho, explica muchas cosas. No, Barcelona no se queda atrás por culpa del procés. De hecho, en realidad, el procés es hijo de ese agujero negro. El procés fue la respuesta catalana al Madrid centrípeto. Una lucha por el dinero y por el poder. Lo mismo que hace ahora la España vaciada. Pero la diferencia entre Barcalona y Cuenca, que no es mejor ni peor, es que Barcelona es la capital de un territorio que se siente nación y se defiende reivindicando un Estado. Pero, por lo demás, la reacción catalana es exactamente la misma que la de España vacía.

Bien, el caso es que ahora habrá una candidatura en el Congreso. Y algunas encuestas les dan 15 escaños. Suficientes como para condicionar gobiernos. Teniendo en cuenta que la España vacía comprende la llamada Serranía Celtibérica (un territorio el doble de Bélgica, que va desde Burgos a Castelló, conocido también como La Laponia española, por ser el segundo territorio descubierto en Europa con menos de 8 habitantes por kilómetro cuadrado) y la franja con Portugal, estamos hablando de 20 provincias que suman 73 escaños.

En estas 20 provincias, en 2019, el PSOE obtuvo 33 diputados, el PP 28, Vox 11 y Teruel Existe 1. Esto significa que vamos a un Congreso con mayor fragmentación y, por tanto, más condicionantes a la formación de gobierno. Pero también con menos peso negociador de cada partido. También de los catalanes, por lo tanto, que van perdiendo esa exclusividad de partido bisagra. Ahora hay 16 partidos. Al menos serán 17. ¿Cómo afectará a la política catalana este fenómeno? No se fíe de los que tienen una bola de cristal. Pero, aunque a los partidarios del cuanto peor, mejor, ya les gustaría, de entrada diría que es importante que vaya bien la candidatura. Porque tiene unos escaños en el Congreso que aprovecharía Vox, que es quien es lo está trabajando, como ya hizo el trumpismo en las carreteras azules de Estados Unidos. Y ya sabemos cómo acabó allí. Y cómo terminan las cosas aquí.