Si Josep Lluís Trapero asesoraba al Govern de manera inconsciente, este columnista no quiere ser menos. Así que de manera totalmente inconsciente propongo al president Quim Torra que las elecciones sean el 1 de octubre.

El 1 de octubre sería una buena fecha por varios motivos. Primero, poder votar un 1 de octubre sin que ni la policía española ni la Guardia Civil zurren a los votantes. Sería la manera más cívica, pacífica y democrática de conmemorar el tercer aniversario del referéndum, convertido ahora, porque entonces no se planteaba así, como el mayor acto de desobediencia civil de la historia de Catalunya. Y irían a votar los independentistas y los no independentistas. Y todos tendrían incentivos para movilizar a los suyos. Unos, demostrando que el independentismo tiene mayoría. Los otros, que cuando se hacen votaciones legales, ganan ellos. Sea como sea, sería una manera muy simbólica de cerrar un ciclo, justamente iniciado por los hechos de octubre del 17, y abrir uno nuevo, con nuevos objetivos y nuevos protagonistas.

Verán que el 1 de octubre no es domingo, pero eso ya da igual. Quizás nadie recuerda que el 21-D fue un jueves. Y hubo mucha participación. Y el 1-O cae justamente en jueves. Pero ya Pasqual Maragall convocó unas elecciones entre semana. Fue un miércoles, 1 de noviembre. La teoría era que, entre semana, votaría más la gente de izquierdas del área metropolitana que se abstenía en las catalanas. Un mito como otro. Siguió ganando CiU. De hecho, hasta el 21-D no ganó nadie mas. Bueno, sí, Junts pel Sí, encabezada por Raül Romeva, que es de izquierdas y era de ICV. Pero el president terminó siendo Carles Puigdemont, como ustedes ya saben.

Sería una manera muy simbólica de cerrar un ciclo, justamente iniciado por los hechos de octubre del 17, y abrir uno nuevo, con nuevos objetivos y nuevos protagonistas

Lo mejor que le puede pasar a un cruasán... perdón, a Catalunya es que haya elecciones. La legislatura ha sido más agitada que la vida de Pablo José Miralles y, además, salió de unas elecciones convocadas por Mariano Rajoy. Ha sido, en este sentido, una legislatura en falso, convocada por el 155, que ha durado más de lo que debía durar. Ha sido una legislatura de transición, de superar el juicio, de hacer bajar la marea, de resituarse, de pacto entre dos enemigos íntimos. Una legislatura donde lo sustancial no ha pasado en Barcelona. Ha pasado en Madrid, con la moción de censura y el pacto posterior. Ha pasado en Bruselas, donde Puigdemont tiene inmunidad y dirige una parte del independentismo. Y ha pasado en Lledoners, donde se dirige otra parte del independentismo, pero también se toman decisiones clave para el gobierno de Catalunya... y de España.

Bueno, sea como sea, ofrezco este asesoramiento de manera inconsciente. Y del mismo modo, también me pregunto por qué los dos partidos mayoritarios del independentismo explican con fatalismo que tras las elecciones tendrán que volver a pactar. Supongo, por tanto, que sólo se trata de cambiar de president y de saber si ERC gana a los convergentes. Pues miren, si ustedes no se pueden ver, que es lo que pasa, tampoco están obligados a pactar tras las elecciones. ¿Verdad que no harán la independencia en la próxima legislatura? Pues cojan aire. Al igual que puede haber una derecha y una izquierda independentista, puede haber independentistas en el govern y en la oposición. Y reducirlo todo a si eres independentista o no (o si eres unionista o no) es una visión muy triste de la política y de la vida en general.